La semana de receso escolar que se avecina no es solo un descanso para niños y jóvenes, sino un momento vital para su desarrollo cognitivo y emocional, según la neurociencia. Aunque muchos padres creen que las vacaciones son sinónimo de vagancia, expertos aseguran que el aprendizaje continúa, pero cambia de lugar y forma.
Cuando los estudiantes dejan a un lado el hemisferio izquierdo del cerebro —el lógico y analítico— y se conectan con el hemisferio derecho —el creativo y emocional—, surgen aprendizajes que ningún libro escolar puede ofrecer. Estos días sin evaluaciones ni objetivos fijos fomentan habilidades como la autonomía, la creatividad y la gestión de emociones.
El tiempo libre durante las vacaciones es un campo abierto para que los niños y jóvenes negocien normas con hermanos, primos o amigos, aprendan a administrar su tiempo sin horarios rígidos y exploren intereses personales al seguir su curiosidad. Actividades como dibujar, jugar con legos, preparar comidas con abuelos o inventar juegos fortalecen emociones, resiliencia y conexiones familiares.
Además, el aburrimiento, lejos de ser un problema, es una oportunidad que impulsa la creatividad y el desarrollo personal. De ese “me aburro” nacen ideas, juegos nuevos y el dominio de competencias que estructuran la vida adulta. Estos días también abren espacio para conversaciones que permiten expresar dudas, miedos y sueños, consolidando valores y principios fundamentales.
Los vínculos con adultos como tíos y abuelos, junto al tiempo compartido con pares sin la presión escolar, amplían la red afectiva y la identidad moral de niños y adolescentes. Por eso, la pausa escolar debería entenderse como un complemento imprescindible al aprendizaje formal, no como tiempo perdido.
En resumen, el receso escolar es el terreno donde se cultivan competencias igual de críticas que las académicas: negociar, planear, crear, manejar emociones y valorar la familia. Nada de vagancia. Al contrario, la ciencia lo confirma: jugar y descansar son esenciales para el cerebro y el desarrollo integral de los estudiantes.
