Marruecos enfrenta una ola de protestas masivas lideradas por jóvenes en ciudades clave como Rabat, Casablanca y Tánger. El movimiento GenZ212, que simboliza una renovación cultural, exige reformas profundas: sistema de salud accesible, educación de calidad y lucha contra el desempleo juvenil que roza el 47%.
Los manifestantes denuncian la corrupción endémica y el sistema de poder opaco del Makhzen, que perpetúa desigualdades extremas y marginaliza regiones históricas como el Rif, epicentro de la disidencia. La represión estatal ha sido dura, con arrestos masivos y violencia policial, según informes de organizaciones internacionales como Amnesty International.
El país sufre una crisis económica y social agravada en 2025, mientras invierte en grandes megaproyectos como el puerto de Tánger-Med y la preparación para el Mundial de Fútbol 2030, sin atender las necesidades básicas de la población.
Fuentes analizan que estas protestas podrían formar parte de una maniobra interna ante la inminente abdicación del rey Mohammed VI, aquejado por problemas de salud, para dar paso a su hijo Moulay Hassan, de 22 años, formado en Occidente y alineado con el Makhzen. La estrategia buscaría una transición “controlada” para preservar el sistema monárquico bajo un rostro joven y moderno.
Esta transición, sin embargo, es incierta y podría desencadenar hasta tres años de inestabilidad con conflictos dentro de la familia real y luchas internas de poder. La presión sobre España aumentaría, con un posible éxodo masivo de jóvenes marroquíes hacia las Islas Canarias y la península, complicando la seguridad y diplomacia regional.
Además, Marruecos mantiene tensiones territoriales con España por Ceuta, Melilla y las aguas canarias, combinadas con una estrategia de guerra híbrida que incluye el uso de la inmigración clandestina como arma de chantaje.
Ante este escenario, expertos y analistas españoles piden prudencia y una estrategia diplomática fuerte para evitar repetir errores pasados, exigir la suspensión del chantaje migratorio y defender la soberanía territorial y saharaui.
La crisis marroquí no es solo un llamado a la justicia social sino un posible preludio a un colapso político importante en la región. España y Europa observan atentos mientras Marruecos cambie o estalle. El Mundial 2030 puede ser la vitrina para un golpe de efecto o la cortina de humo para un periodo turbulento.
Fuentes oficiales aún no se pronuncian sobre las protestas ni la posible abdicación real, pero la tensión es palpable en calles y despachos diplomáticos. La vigilancia en fronteras y la cooperación regional se intensifican para contener posibles impactos.
