En mayo de 2010, la llamada Flotilla de la Libertad partió con la supuesta misión de entregar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Sin embargo, la realidad fue otra: se trató de una operación política organizada para provocar a Israel, no para asistir a civiles palestinos.
Muchas versiones presentaron la flotilla como un gesto altruista, pero las pruebas indican lo contrario. La operación tenía vínculos claros con grupos radicales de extrema izquierda, islamistas y simpatizantes de regímenes hostiles a Israel. La narrativa que impulsaban buscaba criminalizar a Israel como agresor despiadado y bloquear cualquier ayuda hacia Gaza.
Este discurso, sin embargo, omite el contexto fundamental: el bloqueo marítimo impuesto por Israel y Egipto está respaldado por razones de seguridad reconocidas incluso por la ONU. Su objetivo es impedir el contrabando de armas hacia Hamas, la organización terrorista que gobierna Gaza.
Israel ofreció trasladar la ayuda humanitaria por tierra tras rigurosas inspecciones, pero los organizadores de la flotilla, sobre todo el barco Mavi Marmara, rechazaron la propuesta. Su verdadera intención era generar un enfrentamiento para obtener una victoria mediática.
El abordaje de las Fuerzas de Defensa de Israel no fue un ataque injustificado. Respondieron a la violencia iniciada por activistas a bordo, que portaban armas blancas y barras metálicas. Lo que debió ser una operación para detener una violación del bloqueo terminó en un enfrentamiento con muertos y heridos, resultado directo de la resistencia y la falta de cooperación de la flotilla.
Los participantes no eran meros activistas humanitarios. Formaban parte de una alianza ideológica heterogénea que une a la izquierda radical occidental con el islamismo político, basada en la hostilidad hacia Israel como único Estado judío del mundo.
A pesar de la tensión, Israel sigue enviando toneladas de ayuda a Gaza —electricidad, alimentos y medicinas— mientras recibe ataques con cohetes desde el enclave. Este dato, sistemáticamente ignorado por los organizadores de flotillas y sus aliados, pone en evidencia la falta de sinceridad moral de estos grupos.
La Flotilla de la Libertad no sirvió para aportar soluciones pacíficas. Fue un acto político calculado para desacreditar a Israel y fortalecer una narrativa victimista que perpetúa el conflicto y aleja cualquier posibilidad real de reconciliación.
