Lucía Feugas dio un giro radical a su vida y hoy es una referente de la joyería de autor en Buenos Aires. Tras años trabajando en la consultora de recursos humanos de su familia, decidió dejarlo todo frente a un cuadro de angustia y vacío personal, para volver a conectar con su pasión de infancia: crear con sus manos.
Desde 2016 comenzó a tomar cursos de joyería mientras aún trabajaba en RR.HH. pero fue en 2018 cuando inauguró su propio taller en la calle Arroyo, una de las más elegantes de la capital. Allí ha diseñado y moldeado a mano más de 5.000 piezas únicas.
Su trabajo traspasó fronteras: algunas de sus piezas forman parte de la muestra permanente en Espace Solidor, en Cagnes-sur-Mer, Francia, y participó en la II Bienal Latinoamericana de joyería contemporánea en Argentina. Allí se destacó con diseños que usan materiales poco convencionales, como cáscaras de huevo.
Lucía explica que cada joya cuenta un momento emocional y está marcada por su propia historia. En etapas difíciles, por ejemplo, trabajó con alambres rígidos y nudos, mientras que tras el nacimiento de su hija Catalina optó por líneas más suaves y delicadas. Incluso creó una línea llamada Tauret, inspirada en la diosa egipcia de la fertilidad, tras enterarse que estaba embarazada.
“Al principio me costaba venderlas porque cada una tiene una historia y un propósito”, dice Lucía sobre las dificultades para encontrar valor comercial en piezas tan personales.
Reconoce que la imperfección es parte central de su obra. Para ella, esas diferencias evidencian el trabajo artesanal y confirman la autenticidad de cada pieza, en contraste con la producción masiva.
Hoy su taller está ubicado en Recoleta, cerca de la Avenida 9 de Julio, donde continúa creando colecciones que combinan técnicas milenarias con innovación. El sonido del martillo golpeando el metal es para ella un mantra y un espacio de meditación creativa.
Esta historia es un ejemplo de reinvención profesional y personal. Lucía Feugas logró transformar una crisis emocional en un proyecto internacional que refleja la pasión y conexión con sus raíces, desafiando la idea de no poder empezar de nuevo después de los 30.
