La primera jornada de las assises nacionales de la IA en Caen tuvo un foco claro: la huella ecológica de la inteligencia artificial (IA) y el impacto brutal de su consumo energético.
Jérôme Henique, director ejecutivo de Orange, sorprendió al afirmar que “no siempre se necesita IA para tener una respuesta” y reveló que en su empresa miden el costo de carbono de cada consulta interna. Sin embargo, el crecimiento exponencial de la IA esconde un problema grave: los data centers que alimentan estos sistemas consumen cada vez más electricidad.
Con cerca de 600 expertos, investigadores y autoridades en la sala, la cuestión ambiental dominó la jornada, especialmente porque la demanda energética disparada amenaza directamente los objetivos de descarbonización de Francia y el mundo.
Anne Bouverot, representante del presidente Macron, reconoció las muchas incógnitas sobre el futuro de la IA pero defendió su potencial como “revolución económica” y herramienta para mejorar productividad, salud y servicios públicos.
Sin embargo, la voz crítica no se hizo esperar. El reconocido matemático y exdiputado Cédric Villani fue categórico durante un debate tenso: “No tenemos nada de qué estar orgullosos por el camino ecológico que tomamos con la IA. La situación es peor que en 2018”.
“La energía se va a disputar y habrá conflictos sobre quién tiene derecho a su parte del pastel”, advirtió Villani.
El informe del think tank Shift Project, presentado días antes, alerta que el consumo eléctrico de los data centers podría casi triplicarse y llegar a 1.500 teravatios hora (TWh) en 2030, desde 530 TWh en 2023. Esto implicaría que la electricidad consumida por estos centros represente entre el 35 % y 55 % del total global, frente al 15 % actual.
En Francia, los 300 data centers existentes ya generan la mitad de la huella de carbono digital nacional, equivalente a las emisiones totales de los camiones pesados. Alexandre Theve, director de I+D en Shift Project, advirtió que “las tendencias actuales nos llevan a una explosión del consumo de energía, dificultando cumplir nuestros compromisos climáticos”.
El debate quedó claro: la IA tiene un potencial enorme, pero su impacto climático debe frenarse o aumentará la presión sobre recursos energéticos limitados, generando tensiones y afectando la transición ecológica.
