El colegio público de Dicastillo enfrenta un declive alarmante en su matrícula pese a contar con niños en edad escolar en el municipio. La directora del centro denuncia que cuando llegó en 2019 el colegio tenía más de 30 alumnos, mientras que para el curso 2025-2026 apenas quedan 8 inscritos, aunque en el pueblo hay cerca de 30 niños en edad escolar.
La principal causa, según la dirección y el claustro, no es la despoblación sino la falta de compromiso y apoyo real de las autoridades educativas. Las familias, comenta la directora, optan por colegios fuera del pueblo porque no conocen las alternativas que puede ofrecer su centro local, como el modelo lingüístico D o el programa PAI, ni servicios básicos como el comedor escolar.
Desde el colegio han impulsado varias iniciativas para mantener el interés y la calidad educativa. Se han transformado en Comunidad de Aprendizaje, lanzado proyectos como Dicastillo TV y una huerta escolar, además de organizar una carrera solidaria anual. También participan en el programa PROA+, que posibilita atención individualizada y actividades didácticas innovadoras como tertulias dialógicas y grupos interactivos.
La directora insiste en que el alumnado disfruta de un entorno cercano y familiar que ofrece educación de calidad, pero advierte que el futuro del centro está en riesgo si no hay medidas efectivas desde el Departamento de Educación. “Somos una escuela pequeña que sueña en grande, pero necesitamos que se nos escuche antes de que sea demasiado tarde”, afirma en un comunicado firmado también por el claustro.
El caso de Dicastillo refleja un problema más amplio en las escuelas rurales: más allá de la despoblación, la falta de recursos y estrategias adecuadas del sistema educativo puede condenar a colegios con proyectos innovadores y equipos comprometidos. La continuidad y viabilidad de estas escuelas representa no solo la vida para los pueblos sino también para las ciudades que dependen de ellas para el relevo generacional y cultural.
