Europa enfrenta una creciente tensión tras múltiples incursiones de drones no identificados en su espacio aéreo, que han paralizado aeropuertos y puesto a prueba los sistemas de defensa de la OTAN y la Unión Europea.
El aeropuerto internacional de Múnich fue uno de los más afectados, cerrando durante dos noches consecutivas el fin de semana pasado. Cerca de 10.000 viajeros sufrieron cancelaciones y desvíos de vuelos. Alemania respondió rápido y ya instaló un sistema láser cerca del aeropuerto para detectar y localizar drones con mayor precisión.
Dinamarca y Noruega también reportaron cierres simultáneos en los aeropuertos de Copenhague y Oslo debido a la presencia de esos aparatos, que incluso llegaron a zonas militares y centrales eléctricas en Bélgica y Alemania.
Hasta una docena de países europeos, entre ellos Polonia, Lituania, Suecia, Francia y Estonia, han denunciado incursiones similares. Rusia, que niega cualquier relación con los drones, se mantiene como principal sospechosa en estos episodios provocadores que buscan tensionar el entorno geopolítico sin provocar un conflicto abierto.
El expresidente ruso Dmitri Medvedev subió aún más la temperatura al ironizar sobre las consecuencias, diciendo que “lo importante es que experimenten en carne propia los peligros de la guerra”.
Desde Europa, dos lucenses que viven en Dinamarca y Suecia relatan su visión. Sara Jaureguizar, estudiante de periodismo internacional en Dinamarca, recuerda que sus amigas sufrieron retrasos cuando el aeropuerto de Copenhague cerró por drones. “Mucha gente durmió en las instalaciones esperando una solución”, cuenta.
En Suecia, Alicia Pena lleva 14 años y asegura que las provocaciones rusas ya existían, aunque antes con aviones y barcos. “Lo que me da miedo ahora es más la reacción de la OTAN o ‘el loco de Trump’ que Putin”, apunta. Pena destaca la diferencia en la cobertura informativa entre España y Suecia: “Allí no hay un bombardeo constante de noticias, la gente no vive con sensación de peligro permanente”.
En respuesta a la vulnerabilidad aérea, los países europeos barajan crear un muro antidrones: una red de sensores y defensa coordinada para detectar y neutralizar estos dispositivos de bajo costo y alta maniobrabilidad sin desplegar medios caros como misiles o cazas.
Por ahora, evitan derribarlos porque la operación es costosa y peligrosa, además de que el objetivo parece más intimidar que atacar directamente.
La tensión sigue en aumento mientras se mantiene la incertidumbre sobre la identidad y el propósito exacto de estos vuelos.
