Este verano ha sido histórico para el deporte femenino en Reino Unido: récords de audiencia, medallas y visibilidad sin precedentes. Sin embargo, los avances no han logrado alterar las estructuras tradicionales que mantienen las desigualdades.
La atención sobre el deporte femenino se disparó durante los eventos recientes, desde la FA Women’s Super League hasta las competiciones internacionales como los Juegos Olímpicos. Las retransmisiones sumaron millones de espectadores y el interés mediático tocó máximos históricos.
Pero detrás de esta euforia, el sistema sigue sin adaptarse a la nueva realidad. Las inversiones son temporales, los puestos de liderazgo siguen dominados por hombres y las diferencias salariales persisten. El impulso mediático no se traduce todavía en cambios sólidos ni en una transformación real del modelo.
Expertos señalan que la “revolución” del deporte femenino ha sido más un boom estival que un movimiento que desafía las bases de la industria deportiva. “El problema no es la falta de talento, sino que el sistema no les da las mismas oportunidades y espacios”, explica una fuente cercana a British Athletics.
El debate ahora se traslada a la estructura: cómo hacer sostenible este auge y convertirlo en una política real de igualdad. Los Sindicatos y colectivos feministas exigen planes claros del gobierno y las federaciones para corregir siglos de desigualdad. Sin acciones concretas, el riesgo es que este verano memorable quede solo en eso: un momento puntual.
Los seguidores y atletas esperan que las grandes ligas y patrocinadores asuman su responsabilidad para evitar retrocesos. Por ahora, el verano del deporte femenino en Reino Unido ha sido un récord sin reforma.
