Madagascar enfrenta una nueva crisis política este domingo tras violentas manifestaciones en la capital, Antananarivo, que derivaron en un intento de golpe de Estado denunciado por el presidente Andry Rajoelina. Una parte del ejército se unió a los manifestantes que exigen la renuncia del mandatario, desatando enfrentamientos que han dejado al menos 22 muertos y más de 100 heridos desde el inicio de las protestas el 25 de septiembre.
Rajoelina calificó los hechos como una «tentativa de toma ilegal y violenta del poder», contraria a la Constitución y los principios democráticos. Sin embargo, el apoyo de soldados del cuerpo administrativo y técnico militar CAPSAT al movimiento contestatario ha puesto en jaque a su gobierno. El coronel Michael Randrianirina, uno de los líderes militares rebeldes, acusó a la policía de disparar contra sus efectivos, mientras exigía la salida inmediata del presidente, el Primer ministro y el jefe de la gendarmería.
La protesta que comenzó por cortes de agua y electricidad, convocada por el colectivo Gen Z, se ha convertido en un movimiento contra la clase política, centrado en exigir un diálogo nacional real y acceso universal a servicios básicos. Los jóvenes pidieron a las fuerzas armadas desobedecer órdenes de reprimir manifestantes y destacaron que no buscan tomar el poder por la fuerza.
Durante el sábado, la policía usó gases lacrimógenos y granadas para dispersar a miles de manifestantes. Pero la retirada policial permitió que los soldados insurgentes ingresaran a la ciudad con vehículos militares, algunos ondeando la bandera nacional, y se mezclaran con la multitud en la simbólica plaza del 13-Mayo, frente al hotel de la ciudad.
El nuevo primer ministro, Ruphin Zafisambo, nombrado militar en medio de la crisis, afirmó que el gobierno se mantiene firme y mostró disposición para dialogar con todos los sectores, incluyendo jóvenes, sindicatos y ejército. Por su parte, el ministro de Defensa, Deramasinjaka Manantsoa Rakotoarivelo, pidió calma y una salida pacífica ante esta fractura inédita en las fuerzas de seguridad.
Fuentes locales reportaron que durante la jornada se escucharon disparos y explosiones en el centro de Antananarivo. Además, se confirmó que al menos dos personas murieron y 26 resultaron heridas en los enfrentamientos del sábado. El balance oficial del gobierno es menor y Rajoelina denunció como falsas las cifras de víctimas reportadas por Naciones Unidas.
Esta crisis llega cuando Madagascar vive su peor inestabilidad desde 2009, año en que Rajoelina tomó el poder tras un levantamiento con apoyo militar. El actual conflicto marca una ruptura insólita dentro de las fuerzas armadas, que ahora presionan para un cambio radical ante un gobierno aislado y acusado de corrupción y mala gestión de servicios básicos.
La comunidad internacional observa preocupada la escalada y el riesgo de un conflicto abierto en esta isla africana, que sufre además la presión económica y social de años de crisis continuas.
