En la pequeña localidad de Paimbœuf, al borde del Loira, la tradición de la boule nantaise sigue viva desde 1948. La práctica, poco conocida fuera de la región, tiene una de sus pocas sedes cubiertas en la sala Maurice Raevens, donde el club local reúne a sus 35 socios.
El juego se parece a la petanca pero con diferencias clave: la bola no se lanza, se empuja con precisión sobre una pista de madera de unos quince metros con bordes curvados, un diseño que, según cuenta el secretario Laurent Goislard, remonta a su supuesto origen en las calas de los barcos del siglo XIX.
«Se juega en equipos de dos, con seis bolas por equipo, y la partida llega hasta nueve puntos. Aquí la fuerza no vale, es pura técnica y estrategia», explica el presidente Michel Gouzenne.
Este deporte, apto desde los 10 años, atrae a jugadores que buscan desconectar tras la jornada laboral. Michel, que no es oriundo de la zona, confiesa haberse enamorado de la disciplina tras descubrirla junto a su pareja.
El club, que se ha tenido que reconstruir tras la caída de socios por la pandemia, recibe apoyo municipal constante. Este verano mismos sus miembros repintaron las pistas con equipos cedidos por el ayuntamiento, que además financió la renovación del sistema de calefacción.
El club abre sus puertas los martes, jueves y viernes de 17 a 20 h. Este año planean ampliar horarios e incluso abrir para grupos escolares, empresas y eventos familiares. También organizan un campeonato anual y dos concursos estacionales.
La sala Maurice Raevens, contigua al gimnasio, es un raro lugar en Francia que conserva esta disciplina centenaria viva, lejos del ruido de los grandes deportes. Aquí, la boule nantaise es una excusa para el compañerismo y la concentración, una forma única de tradición local que resiste el paso del tiempo sin necesidad de fuerza bruta.
Contacto y adhesión: 17 EUR anuales, información con Laurent Goislard al 06 47 12 31 68 o por mail.
