Tras el alto al fuego entre Israel y Hamas, Gaza enfrenta una destrucción sin precedentes. Miles de palestinos vuelven a sus barrios y solo encuentran ruinas. La mayoría de las viviendas está inhabitable, obligando a la población a improvisar refugios con lo poco que queda.
Gabriel Romanelli, sacerdote argentino que trabaja en Gaza y fue herido en bombardeos, cuenta en primera persona la realidad on ground: “Muchos barrios están totalmente destruidos, la gente vive en extrema vulnerabilidad”. La calma actual genera incertidumbre, temen que este cese al fuego sea solo temporal.
La llegada de ayuda humanitaria es un alivio, aunque la emergencia sigue latente. Sin agua corriente ni electricidad, la reconstrucción pinta como un desafío enorme. Reestablecer servicios básicos requerirá no solo recursos materiales sino un esfuerzo conjunto internacional y compromiso político real.
Romanelli no oculta la desesperanza pero subraya que la clave para avanzar es “la renuncia y el reconocimiento mutuo” entre las partes, una idea que difícilmente se concreta hoy. Mientras tanto, la gente en Gaza lucha por sobrevivir en medio de los escombros.
La situación es dramática y urgente: miles de vidas afectadas, una infraestructura colapsada y un futuro incierto. La comunidad internacional tiene que acelerar la asistencia y sostener el alto al fuego para evitar más muertes y comenzar la reconstrucción.
