El 5 de junio de 1930, Burgos sufrió una de sus peores inundaciones del siglo XX por la crecida inesperada de los ríos Vena y Pico tras una tormenta intensa. En cuestión de horas, el centro histórico quedó bajo el agua, alcanzando niveles que superaron los dos metros en zonas clave como la Plaza Mayor, la calle San Juan y la calle de La Moneda.
Los vecinos despertaron con tormenta, pero nadie esperaba un desbordamiento de esta magnitud. Los comercios, que ese día abrieron con normalidad, tuvieron que cerrar rápidamente tras ver cómo el agua inundaba locales y calles. Afortunadamente, no se reportaron víctimas mortales, aunque el daño material fue amplio. Los seguros de la época debieron afrontar numerosas reclamaciones.
José Manuel López Gómez, cronista oficial de la ciudad, recuerda que la tormenta se originó unos kilómetros al norte y que los ríos jugaron un papel crucial en la inundación. Añade que la respuesta ciudadana fue rápida y heroica: “hubo personas que arriesgaron sus vidas para rescatar a quienes quedaron atrapados” en bajos comerciales.
El alcalde en ese momento, Eloy García de Quevedo, solicitó ayuda urgente para controlar el flujo de agua. El desastre impulsó a las autoridades a regular los cauces, especialmente del Arlanzón y los ríos Vena y Pico, para prevenir futuras inundaciones. Desde entonces, Burgos no ha vuelto a sufrir un episodio similar.
La historia reciente no olvida que en 1874 hubo una inundación aún mayor. El agua alcanzó 2,75 metros en los pilares del Ayuntamiento, y esa marca sigue visible en la Plaza Mayor, justo encima del nivel del desastre de 1930. También se conocen episodios de crecidas importantes en la Edad Media, con impacto incluso en infraestructuras como el puente de Santa María, que llegó a destruirse por completo.
Hace unos años, un hallazgo en Pradoluengo revolucionó la documentación sobre la inundación de 1930. Lorenzo Arribas encontró una cinta con imágenes inéditas del desastre. Son diez minutos de grabaciones en las que se puede ver el momento de la crecida y el día después, cuando los ciudadanos comenzaron la tarea de limpieza y reparación. Según el profesor y periodista Miguel Moreno Gallo, podría haber sido filmada por un profesional, dada la calidad de la cinta.
Las marcas rojas en la Plaza Mayor y las imágenes encontradas siguen siendo un recordatorio tangible de lo que significa que Burgos se rinda al río cuando llueve fuerte. Hoy, gracias a trabajos de encauce y regulación, el riesgo es mucho menor, aunque la memoria colectiva permanece viva tras casi un siglo.
