Mollie Engelhart, residente en Texas, vive y defiende una idea distinta de la equidad social: no la que impone el Estado, sino la que surge del libre albedrío, la generosidad y la fe de la comunidad.
Esta semana, frente a un evento llamado Food is Medicine —organizado en su granja— Engelhart y su equipo encajaron un golpe inesperado. Cambios en el personal, ventas bajas y un presupuesto limitado pusieron en riesgo la operación. Pero lejos de rendirse, la comunidad dio respuesta inmediata y masiva, confirmando su teoría.
Desde Houston, un matrimonio que había vivido en la granja viajó 4 horas y media para ayudar: ella asumió tareas administrativas mientras cuidaba a sus hijos, él colgaba luces y apoyaba en la cocina. Gracias a sus contactos, apareció un experto en informática con un viaje de más de una hora desde San Antonio para hacerse cargo del sistema sin pedir pago, solo por voluntad propia.
Vecinos instalaron camas, ex empleados regresaron para mantenimiento, amigos viajaron 20 horas desde Utah para construir las instalaciones, y varios voluntarios llegaron incluso desde México. Su hermano y cuñada pospusieron sus vidas para trabajar tiempo completo en el evento.
Cuando el chófer de la naveta canceló a último momento, la comunidad encontró dos conductores voluntarios en pocas horas. La solidaridad sacó adelante lo que parecía perdido.
Engelhart recalca que esta equidad social no tiene nada que ver con políticas públicas ni redistribución estatal.
«Nadie fue obligado a ayudar, ningún sacrificio fue forzado. Cada gesto fue libre, impulsado por el amor y la fe»
Para ella, la equidad promovida por el gobierno es vertical, basada en reglas y mandatos que generan resentimiento y sustituye la confianza real por burocracia. En cambio, la suya es orgánica, ascendente y basada en la comunión humana, el vínculo profundo entre individuos y el apoyo mutuo.
Ejemplos personales no le faltan. Durante la pandemia, alojó en su granja a una familia sin hogar para que los niños pudieran seguir la escuela a distancia. Después, víctimas de inundaciones aún viven sin pagar alquiler. Préstamos de tractores, espacios en crisis, cuidados espontáneos. Todo un banco invisible de recursos comunitarios.
Lo que para unos es política, para ella es confianza depositada y retribuida en momentos de crisis. Las inversiones de amor, tiempo y esfuerzo suman ‘créditos’ que vuelven multiplicados cuando la necesidad aprieta.
En un mundo muchas veces cruzado por la indiferencia, esta experiencia en Texas apunta a una idea clave: la verdadera equidad social no se impone desde arriba, ni se mide en normas burocráticas, sino que nace libremente en cada gesto humano.
