Madagascar enfrenta una crisis inédita tras la transformación de manifestaciones juveniles en una insurrección armada que ha escalado rápido desde el sábado 11 de octubre. El movimiento, inicialmente pacífico y liderado por la generación Z, encontró respaldo en sectores del ejército, especialmente en el cuerpo conocido como CAPSAT, responsable de personal y servicios técnicos.
En las últimas 72 horas, tres oficiales han emergido como los nuevos rostros del poder militar en la isla: el general Pikulas Démosthène, el coronel Michael Randrianirina y el general Nonos Mbina Mamelison. Estos altos mandos han sacudido el equilibrio político tradicional con un control cada vez más firme sobre las estructuras castrenses.
Fuentes en Antananarivo confirman que las unidades del CAPSAT fueron las primeras en alzarse, seguidas rápidamente por el apoyo de otros oficiales. La escalada apunta a una división interna profunda dentro de las fuerzas de seguridad, reflejo del descontento social generalizado por la situación política y económica del país.
El papel protagonista de los jóvenes manifestantes se ha visto reforzado por esta alianza militar inesperada, consolidando un movimiento que algunos analistas describen ya como una insurrección. El gobierno de Madagascar aún no ha emitido comunicados oficiales, y la tensión sigue creciendo en las calles de la capital.
Analistas regionales advierten que esta crisis podría alterar el tablero político del Océano Índico y despertar una respuesta internacional, especialmente de Francia, cercana históricamente a Madagascar.
El seguimiento es en curso. Los próximos días serán claves para definir si estos oficiales logran imponer un nuevo orden o si la violencia se intensifica aún más.
