La economía circular está cambiando el modelo tradicional de producir y consumir, enfocándose en compartir, alquilar, reparar y reciclar productos para alargar su vida útil y minimizar residuos.
Este modelo busca frenar el uso intensivo de materias primas y energía que caracteriza a la economía lineal de “usar y tirar”. Según la experta Myriam Cristina Escobar, el reciclaje permite mantener los materiales en el sistema productivo varias veces, generando valor añadido.
Un punto clave es que más del 80% del impacto ambiental de un producto se define en su fase de diseño, por lo que se promueve fabricar artículos más eficientes y sostenibles que reduzcan el consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los envases representan un problema creciente: cada persona genera en promedio 190 kg de residuos de envases al año. La economía circular propone mejorar su diseño para facilitar la reutilización y el reciclaje, disminuyendo esta carga ambiental.
Además, la demanda de materias primas no renovables aumenta con el crecimiento global y los límites en su disponibilidad amenazan la estabilidad de precios y el abastecimiento. Reciclar reduce estos riesgos y aporta insumos clave para tecnologías limpias, como baterías y motores eléctricos.
La transición hacia un modelo circular también impulsa la innovación, la competitividad y puede estimular el crecimiento económico y la creación de empleo. Los consumidores, a su vez, se benefician con productos más duraderos y que representen ahorro a largo plazo.
Este modelo se presenta como una alternativa urgente para proteger recursos naturales, limitar la pérdida de biodiversidad y responder a la presión mundial sobre materias primas finitas.
