Estados Unidos ha aumentado su presencia militar en el Caribe con buques de guerra, aviones de vigilancia y cazas F-35 cerca de las costas venezolanas, según fuentes consultadas por The New York Times.
Oficialmente, estas operaciones se justifican como parte de la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, expertos y militares retirados interpretan este despliegue como una presión directa para forzar la salida de Nicolás Maduro del poder en Venezuela.
Washington ha destruido e interceptado embarcaciones que vincula con el narcotráfico. Algunas de estas lanchas habrían partido desde territorio venezolano, y en varios ataques han muerto supuestos tripulantes, según la Casa Blanca, que mostró imágenes de los hechos.
Un ejemplo clave fue la destrucción de una lancha tipo “Go-Fast”, tras la cual la República Dominicana recuperó 377 paquetes de presunta cocaína. Las autoridades dominicanas calificaron la acción como la primera operación conjunta en la región contra el “narco-terrorismo”.
El almirante retirado James G. Stavridis dijo que “ha vuelto la diplomacia de las cañoneras”, destacando que el mensaje militar es claro para Caracas. Mientras tanto, en Washington circulan proyectos de ley que buscarían aumentar las facultades del Ejecutivo para combatir cárteles y sancionar a países que los protejan.
El gobierno estadounidense ha mostrado mensajes mixtos. En ocasiones niega planes de cambio de régimen, pero también ha insinuado que podrían tomarse más medidas en el futuro.
Para Caracas, el despliegue es una agresión que podría provocar una escalada y movilizaciones internas. Para EE. UU., es una estrategia de doble objetivo: cortar rutas de drogas y presionar para un cambio político que desmontaría la supuesta alianza entre el régimen Maduro y organizaciones criminales.
De momento, la región sigue en tensión por la acumulación de fuerzas y operaciones transfronterizas. Queda en el aire si estas maniobras son solo redadas antidrogas o parte de un plan más amplio para desestabilizar a la dictadura venezolana.
