La situación para la prensa en Burkina Faso se agrava. En menos de una semana, la junta militar ha detenido a tres altos responsables de medios críticos: Ousseini Ilboudo, director de redacción de L’Observateur Paalga; Michel Wendpouiré Nana, subeditor de Le Pays; y Zowenmanogo Dieudonné Zoungrana, director de Aujourd’hui au Faso. Fueron arrestados por presuntos agentes de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANR) en plena capital, Ouagadougou, y liberados dos días después en un clima de alta tensión.
Newton Ahmed Barry, periodista exiliado en Francia, denuncia que la represión contra sus colegas trasciende fronteras y alcanza incluso amenazas directas contra él. Condenado a dos años de prisión por “difamación” en un juicio que califica de “proceso de Moscú”, Barry ha visto confiscados sus bienes y a su madre expulsada de la casa familiar. “La junta concentra sobre mí toda la represión imaginable”, afirma.
El testimonio más alarmante llega por la denuncia de las “prisiones secretas” que operan en villas del barrio Ouaga 2000, conocidas como “Guantánamo 2000”. Allí se retienen a decenas de periodistas y opositores sin acceso a abogados ni familiares. “Si hablan tras su liberación, los detienen otra vez, con la amenaza de que no volverán a salir”, advierte Barry.
El periodista explica que la junta quiere un “black-out total”. Primero desconectaron a la prensa internacional, ahora amordazan a los medios locales y atacan organismos de la ONU. La figura de Ibrahim Traoré, líder de la junta, es clave. Traoré promueve un mensaje de “periodistas patriotas” alineados con la propaganda oficial. Para Barry, esta expresión es un eufemismo para censurar cualquier información que revele la realidad del país.
“Prohibieron hablar de los ataques. La población cree que todo está bien porque no tiene acceso a la verdad”,
denuncia Barry, testigo y víctima de censura desde hace años.
La escalada de la violencia institucional contra los medios refleja un temor profundo en el poder militar a perder control sobre la narrativa en un país sumido en una crisis de seguridad creciente. Decenas de personas, entre ellas periodistas y activistas, están detenidas sin garantías legales, según fuentes de la oposición.
Esta ofensiva contra la libertad de prensa ocurre en el contexto de la alianza regional de Burkina Faso con Mali y Níger, que también enfrentan tensiones similares. Sin embargo, Barry mantiene que la tradición democrática de la región podría ser la base para un eventual cambio.
Por ahora, la represión se intensifica y la información local sobre ataques armados queda cada vez más silenciada. Sin acceso a medios libres, la población sufre una ceguera informativa que puede agravar la inseguridad y aislar aún más la región.
