La Universidad Nacional cumple 158 años bajo la presión constante de disturbios y violencia que reflejan el conflicto armado que sigue vivo dentro de sus muros.
El 11 de septiembre, se registraron enfrentamientos violentos entre estudiantes y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), que empleó gases lacrimógenos y rompió vidrios en el emblemático edificio B, epicentro de la tensión. Varias personas resultaron heridas por vidrios y la inhalación de gas.
Un testigo y exestudiante de la Licenciatura en Ciencias Sociales recuerda el 25 de septiembre de 2019 como una escena de caos total: explosiones, carreras, estudiantes heridos y miedo palpable. La violencia llegó al punto de que un grupo clandestino del ELN organizó tropeles dentro de la universidad, mostrando la penetración directa del conflicto armado en este espacio educativo.
Antes de los disturbios recientes, un ataque con papas bomba impactó un cajero de la calle 72, dejando a una mujer herida. La presencia de grupos disidentes al Acuerdo de Paz de 2016 vuelve a poner en evidencia el incumplimiento de los compromisos y la nefasta influencia de actores armados clandestinos en la vida universitaria.
La universidad y sus directivas han intentado controlar la situación desalojando grupos violentos, pero la respuesta ha sido ineficaz. Los estudiantes organizan protestas que mezclan la exigencia por la paz con justicia social y ambiental, y la crítica a la clase política tradicional que bloquea reformas en educación y distribución de tierras.
Esta corriente de violencia y movilización estudiantil pone en evidencia la profunda crisis que atraviesa Colombia tras la firma del Acuerdo de Paz, cuyo cumplimiento ha sido parcial y endeble, especialmente en los aspectos territoriales y sociales.
La Universidad Nacional se ha convertido en escenario de una conflictividad que trasciende lo académico. La llamada hoy es a mirar más allá de los comunicados institucionales, que estigmatizan a los “violentos” y piden intervención sin reconocer su propia responsabilidad en las causas. La violencia en el campus es un reflejo de la falta de paz real en el país.
En este contexto, los estudiantes vuelven a levantar las banderas de un cambio profundo, consciente de que la verdadera paz llegará cuando las transformaciones sociales se concreten y se reconozcan las raíces estructurales del conflicto. Mientras tanto, el campus sigue sintiendo el eco de bombas, gases y heridas.
