En Bariloche, Alicia Dominck se volvió un pilar silencioso para los Bomberos Voluntarios del cuartel centro desde hace más de 10 años. A sus 70 años y ya jubilada, dedica gran parte de su tiempo a acompañar a los bomberos, especialmente a su hija Belén, integrante activa del cuerpo.
El vínculo comenzó hace una década, cuando un incendio en el kilómetro uno puso en riesgo varias viviendas y los bomberos trabajaron sin descanso por horas. Alicia recuerda que, al sonar la sirena, no dudó en llevar a Belén al cuartel y luego comprar agua y jugos para los voluntarios empapados y cansados.
“Verlos mojados, cansados y con hambre me partía el corazón, muchos los critican pero nadie sabe el esfuerzo que hacen sin cobrar un peso”, contó Alicia.
Desde entonces se mantiene atenta a cada salida y regreso. Prepara donas, tortas fritas o algo para las jornadas de instrucción y colabora con rifas y eventos para apoyar al cuartel. También confecciona ropa y hasta hizo un chaleco especial para Kevin, la mascota de los bomberos.
Belén siempre quiso ser bombero, aunque Alicia temía por lo sensible que es su hija frente a situaciones de riesgo. Pero cuando se inscribió como aspirante, la mamá decidió acompañarla. “Cada vez que sonaba la sirena, la llevaba sin importar si era de madrugada”, recordó.
El cariño y acompañamiento de Alicia fue reconocido en la cena aniversario del cuartel en junio pasado, donde le regalaron un delantal bordado con “Mamá Bombero” y un buzo, gesto que la emocionó hasta las lágrimas.
Alicia, nacida y criada en Bariloche, supo combinar su vida familiar con trabajos como en la chocolatería Del Turista y en el Club Danés, hasta jubilarse.
Su historia refleja el compromiso silencioso que sostiene la base de los bomberos voluntarios en la ciudad, una muestra clara de que el voluntariado no solo se hace con fuego y sirenas sino con amor y apoyo constante.
