La función presidencial en Francia enfrenta una crisis sin precedentes tras el llamado directo de Édouard Philippe, ex primer ministro y aliado histórico de Emmanuel Macron, para que el presidente dimita.
Esta petición, hecha desde el propio seno del gobierno, sacude el escenario político francés después de años de críticas recurrentes desde la izquierda radical con François Ruffin y la derecha liderada por figuras como David Lisnard y Jean-François Copé.
Philippe no se anda con rodeos. Denuncia una “crisis muy profunda en la autoridad del Estado” y cuestiona la legitimidad de las instituciones, responsabilizando directamente a Macron. Su propuesta es clara: una salida ordenada del presidente que permita una campaña electoral acelerada de apenas 35 días, para evitar “18 meses de caos político” hasta 2027.
Fuentes macronistas califican esta petición como una “infamia” y una “traición”, pero la grieta ya está abierta. La frustración interna apunta a un desgaste irreversible dentro del poder.
Lo más sorprendente es el consenso que se está formando alrededor de la preservación de la presidencia como institución, más allá de Macron como individuo. El expresidente François Hollande intervino para recordar que muchos en su lugar habrían hecho lo mismo si dimitir fuera la norma ante la impopularidad. Bruno Retailleau, líder de Los Republicanos, defendió el presidencialismo gaullista y advirtió contra la debilidad de la función presidencial, señalando que desestabilizar al presidente es desestabilizar la República.
Desde 1958, la V República ha otorgado gran poder al presidente, pero la Constitución permite un juego complejo entre “hiperpresidencialismo” y un carácter más parlamentario según la mayoría en la Asamblea Nacional. Macron ha sufrido esta paradoja especialmente desde 2024, cuando la disolución parlamentaria no surtió el efecto esperado y terminó aislándolo políticamente.
Especialistas coinciden en que lo debilitado no es la institución presidencial en sí, sino el liderazgo personal de Macron, cuya decisión de disolver la Asamblea en 2024 fue un error estratégico que lo dejó atrapado. Sin embargo, algunos advierten que esta crisis política podría abrir un desequilibrio constitucional que afecte a futuros presidentes.
“La fragilidad de las instituciones es mantener el statu quo actual”, advierte Philippe, mostrando preocupación por el rumbo de la V República.
Los temores sobre la estabilidad institucional crecen al recordar que ya hubo un presidente encarcelado y otro que renunció a presentarse. La V República, tradicionalmente sólida, parece caminar hacia un terreno incierto, atrapada en tensiones internas y cambios estructurales profundos.
