Las hormigas no solo limpian y aíslan a las infectadas, también cambian la arquitectura de sus nidos para evitar contagios, revela un estudio británico.
Investigadores de la Universidad de Bristol, liderados por Luke Leckie, observaron cómo colonias expuestas a esporas de hongos modifican activamente sus hogares bajo tierra. En lugar de mantener sus estructuras habituales, las hormigas desplazan y separan las entradas, alargan las rutas internas y reducen conexiones directas entre cámaras. El propósito: obstaculizar el avance de infecciones dentro del nido.
El experimento incluyó grupos de 180 hormigas obreras que comenzaron a excavar en tierra. Tras introducir ejemplares contaminados, los científicos escanearon los nidos usando microtomografía computarizada (TC) para crear modelos 3D y simular la propagación de la enfermedad. Los resultados mostraron que las estructuras más modulares disminuyen el acceso a dosis altas, potencialmente letales, y protegen zonas clave como las cámaras de cría y de almacén de alimento.
Además de cambiar la estructura, las hormigas aplican conductas de defensa individual. Limpian esporas con sus mandíbulas, se desinfectan entre ellas y los infectados se aíslan voluntariamente. Según los autores, ese comportamiento colectivo es uno de los hallazgos más sorprendentes, similar a las cuarentenas humanas.
“Esta es la primera vez que se ha demostrado que un animal no humano modifica la estructura de su entorno para reducir la transmisión de enfermedades”, dijo Leckie.
Leckie aclaró que estos cambios no son permanentes. Al igual que en ciudades humanas, las hormigas deben balancear la protección contra enfermedades con la necesidad de flujo de recursos y miembros. Por eso estas defensas estructurales aparecen solo durante episodios de amenaza patógena.
Este descubrimiento abre nuevas puertas al estudio de conductas sociales en animales y puede inspirar diseños arquitectónicos o soluciones biomiméticas para controlar la propagación de enfermedades en comunidades humanas.
