El PSOE, partido que nació defendiendo a la clase trabajadora, atraviesa hoy una crisis profunda marcada por la corrupción y el clientelismo, según un análisis que no deja dudas sobre el estado real de la formación.
Más de un siglo después de su fundación, el PSOE ha dejado atrás el discurso de justicia social para convertirse en una maquinaria política desconectada que utiliza el poder para mantenerse en el gobierno, a costa de la ética y los intereses del país.
El expresidente Felipe González marcó el auge del socialismo español con una modernización económica, pero el precio fue una corrupción estructural que se hizo visible en casos como Filesa, los fondos reservados y los GAL. Estos no fueron episodios aislados, sino síntomas de una cultura que ha puesto el poder por encima de la ley.
Andalucía, laboratorio y símbolo del clientelismo
Durante casi cuarenta años, el PSOE controló Andalucía como un feudo político, construyendo un sistema basado en la dependencia institucional. Los famosos ERE fraudulentos son solo la punta del iceberg de una red que sustentó su dominio con subvenciones y manipulación de recursos públicos. Este modelo ha degradado la vida política y social andaluza, disfrazando la clientela como progreso.
El partido ha pasado de ser la voz del trabajador a representar a burócratas y cargos públicos dependientes del sistema que ellos mismos crearon. Su base social se alimenta cada vez más de subsidios y menos del esfuerzo personal, fomentando una cultura de dependencia y resignación.
En paralelo, el PSOE se ha erigido como juez moral de la política española, presentándose como garante de derechos y democracia. Sin embargo, detrás de este barniz de progresismo y feminismo, según la crítica, practica una política sectaria que divide a la sociedad en buenos y malos, ignorando problemas reales como el paro y la inseguridad.
Este declive ético y político ha llevado a la formación a perder su sentido de la política como servicio público, convirtiéndolo en una lucha de poder sin principios claros ni autocrítica. La palabra “socialismo” ha quedado vacía, usada como herramienta para quienes viven del Estado.
En definitiva, el PSOE enfrenta hoy un desafío histórico. La corrupción, el clientelismo y la pérdida de referentes morales plantean un escenario donde la izquierda tradicional española se debate entre mantener un relato caduco o redefinirse frente a la realidad social de España.
