El presidente Donald Trump canceló su reunión con Vladimir Putin que estaba programada tras una llamada reciente. “No me pareció bien reunirme con él. No creí que fuéramos a llegar a donde teníamos que llegar”, afirmó.
En paralelo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció nuevas sanciones contra dos de las petroleras rusas más grandes: Lukoil y Rosneft. Además, la Oficina de Control de Activos Extranjeros aplicó restricciones contra 34 filiales de estas empresas, con participaciones mayores al 50%.
Estas medidas buscan ejercer presión directa sobre el gobierno ruso en medio del conflicto en Ucrania, mientras la tensión crece también por ataques de Kiev a civiles en territorio ruso, que han dejado muertos y heridos.
En el frente, las fuerzas rusas mantienen avances constantes y ocupan posiciones cada vez más estratégicas, consolidando sus ganancias territoriales.
La postura estadounidense ha sido ambivalente: mientras impone sanciones y endurece la presión, en ocasiones Trump ha mostrado intentos de diálogo con Moscú. Esta vez, sin embargo, ha decidido romper la posible negociación directa.
La escalada ocurre justo cuando la administración estadounidense intenta manejar el suporte internacional a Ucrania, mientras Rusia avanza militarmente y denuncia que las sanciones también perjudican a los países que las imponen.
