Netflix estrenó la segunda temporada de “Nadie quiere esto”, la comedia romántica creada por Erin Foster que fue sorpresa el año pasado. La serie sigue a Joanne (Kristen Bell), una mujer agnóstica que se convierte al judaísmo por amor, y a Noah (Adam Brody), su novio rabino.
La primera temporada mostró su romance en plena etapa inicial, pero ahora la historia se adentra en lo que sucede después del “final feliz”. Aquí no hay cuentos de hadas fáciles: las tensiones familiares, las ambiciones y las expectativas religiosas siguen complicando la relación.
Un momento clave en esta temporada es cuando Joanne descubre que Noah no ha abandonado del todo sus planes de que ella se convierta al judaísmo, lo que genera momentos de conflicto y dudas. Además, la relación con la suegra interpretada por Tovah Feldshuh se mantiene tensa, sumando más presión al vínculo de la pareja.
La serie también amplía el foco sobre personajes secundarios. Morgan (Justine Lupe), la hermana irreverente de Joanne, toma más protagonismo con su propio arco personal, mientras que Timothy Simons brilla con su rol como Sasha, el hermano de Noah, que intenta salvar su matrimonio. El reparto se completa con Leighton Meester, Arian Moayed y Alex Karpovsky, quienes aportan peso y frescura a esta comedia que se atreve a mostrar el “después” que pocas producciones románticas exploran.
Detrás de cámaras, la producción suma a Jenni Konner, reconocida por su trabajo en “Girls”, y mantiene a Craig DiGregorio como productor. Los directores incluyen nombres como Jesse Peretz y Richard Shepard, ligados a proyectos emblemáticos.
“Nadie quiere esto” no es la típica comedia romántica: su gancho está en mostrar que el amor real es mucho más complicado que el romance de una película, y Netflix dio con la tecla para que sus seguidores quieran ver cómo sigue la historia sin ponerle filtro rosa.
La segunda temporada ya está disponible y promete seguir sumando fans gracias al carisma de sus protagonistas y la mezcla fresca de humor, drama y tensión cultural.
