Italia vive una movilización sin precedentes con huelgas masivas en apoyo a Palestina y contra la complicidad del gobierno de Giorgia Meloni con Israel.
El 22 de septiembre, el sindicato USB convocó una huelga política que reunió a un millón de personas por todo el país bajo el lema «¡Blocchiamo tutto!». El 3 de octubre se sumó una huelga general histórica organizada junto a otras confederaciones sindicales, con un seguimiento récord en fábricas y calles.
Cinzia Della Porta, dirigente del USB, explicó que la crisis social en Italia —salarios congelados, pobreza creciente y millones sin acceso a la sanidad— ha generado un cóctel explosivo que ahora se traduce en un despertar político masivo. “En Italia seis millones de personas no tienen acceso a la salud, los salarios están congelados desde hace 30 años y la pobreza afecta al 6% de la población activamente trabajadora”, afirmó.
La alianza evidente entre el gobierno y la industria armamentística, especialmente la firma estatal Leonardo que provee material bélico a Israel, ha intensificado la indignación. Italia es ahora el tercer mayor exportador de armas hacia Israel tras EE. UU. y Alemania, y el presupuesto militar italiano subirá vertiginosamente para cumplir compromisos con la OTAN.
José Nivoi, militante del colectivo portuario CALP en Génova y participante de la Global Sumud Flotilla, señaló el papel clave de los trabajadores portuarios para frenar la economía bélica. “Hemos evitado la llegada de numerosos barcos con armamento en Italia, y organizamos una asamblea internacional con delegaciones de puertos desde Grecia hasta España para coordinar nuevas huelgas en noviembre que paralicen la economía de guerra europea”.
Esta ola de protestas ha marcado un giro radical en el movimiento sindical italiano, con un impulso autogestionado y antiburocrático que mantiene distancia del centro izquierda y sindicatos tradicionales, especialmente la CGIL, acusada de complicidad y de restar fuerza a la movilización.
“Si el centro izquierda estuviera en el poder hoy, sería igual de cómplice del genocidio, porque aplica las mismas políticas neoliberales”, dijo Della Porta.
El CALP y USB han rechazado intentos de convertir sus acciones en meros gestos humanitarios y mantienen un discurso frontal contra el apartheid israelí, con una visión política basada en la solidaridad internacionalista y la resistencia del pueblo palestino.
En paralelo, el movimiento ha propuesto crear 100 “Plazas de Gaza” en ciudades italianas para sostener las protestas y acciones en las calles. Se planean asambleas provinciales y nacionales, con la próxima cita el 1 de noviembre, para evitar que el impulso decaiga.
La presión ya ha impactado, señala Nivoi: “Después de la asamblea portuaria de finales de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, mencionó los primeros recortes económicos hacia Israel”.
La ofensiva sindical busca que Italia y Europa entera dejen de mantener de facto la maquinaria bélica que alimenta el conflicto en Gaza, con el objetivo de forzar un cambio político real más allá de las meras negociaciones diplomáticas o humanitarias.
Esta movilización confirma un salto cualitativo en el apoyo popular a Palestina en Italia, con un fuerte componente social y sindical. Los líderes de USB anticipan más jornadas de huelga y la reorganización del movimiento como punta de lanza contra la guerra y el capitalismo extractivo que condiciona las políticas europeas.


































