Las nuevas reglas del bac francés están impactando fuerte en el acceso a la universidad y ya generan alarma entre los estudiantes. Desde la reforma de 2021, las notas del examen anticipado de francés pesan mucho más en la selección Parcoursup que antes.
Un ejemplo concreto: en la primera fase de admisión a Sciences Po, la nota de la prueba escrita de francés representa un 60% de la valoración, superando las notas del control continuo. La escuela defiende este cambio asegurando que el examen es más equitativo al aplicar a todos los estudiantes en las mismas condiciones.
Pero la realidad es que muchos familiares y alumnos están perdidos con este nuevo peso y la confusión entre coeficientes. Pierre Mathiot, exdirector de Sciences Po Lille, apunta que, aunque en teoría las especialidades valen más, “en la práctica es el bac francés el pasaporte más crucial para muchas formaciones”.
Esto se debe a que las pruebas de especialidad se pasan cada vez más tarde, cerca o después del examen final, lo que limita la capacidad de las universidades para usarlas en la selección. Así, el bac francés quedó como el único indicador rápido y fiable… hasta ahora. Desde 2026 la nueva prueba de matemáticas nacional ayudará a repartir mejor el peso.
Pero las consecuencias se sienten ya. Alumnos como Émilie, de 16 años, están angustiados y corren leyendo y memorizando obras literarias para no suspender “porque si no, es la catástrofe”. Los programas, admiten profesores como Fanny Capel, son muy exigentes, con solo 4 horas semanales para preparar una lista extensa de obras.
Los profesores critican que el enfoque ha degenerado en puro bachotage (aprendizaje mecánico). La prueba oral está muy cronometrada: lectura, comentario, gramática y presentación de la obra elegida en apenas 20 minutos, seguido de 4 minutos de diálogo. Esto crea situaciones absurdas. Loys Bonod, examenador, recuerda que alumnos llegan a hablar de libros sin haberlos leído, basándose solo en adaptaciones cinematográficas o resúmenes encontrados online.
“Un alumno me habló de una novela que no había leído, conocía la película, y me di cuenta luego que no coincidía nada”
El fenómeno no es raro y pone en evidencia un punto débil del sistema: la evaluación puede depender más de la memoria o de la capacidad de buscar fórmulas en redes sociales o incluso con ayuda de ChatGPT, que del análisis personal o lectura real.
Los profesores lamentan también la falta de consenso en la corrección. Para algunos, la memoria es lo que importa; para otros, la reflexión crítica. Guillaume Olivier señala que los criterios varían tanto que es común que los alumnos tengan notas dispares solo por quién les toca corregir.
Otro problema es que el examen oral puede transformarse en una sesión de terapia involuntaria cuando los alumnos comparten experiencias personales sensibles, desconectadas del análisis literario solicitado, complicando la labor de los jurados.
Además, los estudiantes optan cada vez más por presentar obras contemporáneas, más cortas y accesibles. En junio pasado, el 41% de los alumnos eligió libros del siglo XXI, como Une Farouche Liberté o La Panthère des Neiges. Esta tendencia genera división entre los docentes, con debate clásico entre defender los autores contemporáneos o los grandes clásicos llamados “fundadores”.
En resumen, el bac francés es hoy una prueba decisiva en el futuro académico de miles de jóvenes franceses, cargada de paradojas: exige mucho, deja poco margen para la sinceridad o la individualidad y pesa más en un sistema de selección universitaria que no termina de adaptarse a los tiempos.


































