Argentina vuelve a vivir tensiones financieras que podrían derivar en una nueva crisis cambiaria si no se toman medidas urgentes. El país enfrenta alta demanda de dólares, reservas limitadas y vencimientos externos que suman USD 15.000 millones entre 2025 y 2026, con una brecha total cercana a USD 25.000 millones aún por financiar.
En junio de 2025, la deuda pública representaba el 52% del PIB, con superávit fiscal que limita el problema a la liquidez, no a la solvencia. Sin embargo, la incapacidad para acceder voluntariamente a crédito externo y la persistente presión sobre la moneda local están desatando una “corrida cambiaria” semejante a una corrida bancaria, afectando las reservas del Banco Central y elevando la tasa de interés a tres dígitos.
El Gobierno cuenta con apoyo importante: un préstamo FMI de USD 20.000 millones bajo Facilidades Extendidas y un swap por monto similar con el Tesoro de Estados Unidos que otorgan un colchón temporal. No obstante, los expertos advierten que esta asistencia no basta y que mantener un régimen cambiario rígido amenaza con trasladar el ajuste inmediato a costos financieros insostenibles.
Este escenario de alta vulnerabilidad se combinó con la reciente derrota oficialista en las elecciones de septiembre, que minó la confianza del mercado y disparó episodios de salida de capitales. La estrategia recomendada por analistas para romper el ciclo de crisis prolongada incluye una mayor flexibilidad cambiaria, una gestión proactiva de la deuda con repactaciones voluntarias, y consensos políticos a largo plazo para estabilizar las reglas fiscales y regulatorias.
Durante años, Argentina sufrió crisis recurrentes basadas en desequilibrios fiscales, desbordes monetarios y anclas cambiarias inflexibles que terminaron en fuertes devaluaciones. La clave ahora está en permitir que el mercado defina el tipo de cambio real y el banco central recupere autonomía monetaria, además de suavizar los picos de deuda mediante canjes extendidos que eviten defaults y faciliten la inversión futura.
Pese a avances en apertura comercial y un leve equilibrio en la cuenta corriente, la economía no logra disipar la alta inflación, la caída productiva ni la incertidumbre política y financiera. La depreciación real del peso durante 2025 fue moderada pero aún insuficiente frente a un mercado que pide una corrección cambiaria más profunda y ajustes en la política fiscal que garanticen la sostenibilidad a mediano plazo.
La inestabilidad en Argentina no solo afecta la región, sino que también tensiona las relaciones financieras con organismos multilaterales y socios clave como Estados Unidos. La evolución de esta crisis será clave para la confianza internacional en los mercados emergentes de América Latina.


































