Este domingo se retrasó una hora el reloj en la mayoría de Europa para el tradicional paso a la hora de invierno, pero la incertidumbre sobre cuándo eliminar definitivamente el cambio horario continúa. La Unión Europea había prometido acabar con esta práctica en marzo de 2019, pero las diferencias entre países del norte y del sur frenaron cualquier avance.
Los países del norte europeo prefieren mantener la hora de invierno, más alineada con el sol y el ciclo biológico humano, mientras que Francia, Italia y España favorecen la hora de verano por las tardes más largas, ideales para actividades sociales. Esta divergencia ha pausado la iniciativa indefinidamente, hasta ahora.
El 23 de octubre, la Comisión Europea encargó un nuevo análisis científico para evaluar la posible abolición del cambio de hora. Todo indica que esta nueva evaluación se sumará a los numerosos estudios acumulados en archivos sin resolver la cuestión.
El consenso general es que el cambio horario genera perturbaciones en el ritmo circadiano y problemas de sueño para gran parte de la población, además de cuestionarse sus supuestos ahorros energéticos. El estudio encargado buscará un dictamen final, pero no hay fechas concretas para una decisión definitiva.
Mientras tanto, los ciudadanos deberán seguir ajustando sus relojes dos veces al año hasta que la Unión Europea encuentre la fórmula definitiva para este dilema que dura desde los años 1970. Por ahora, solo queda preguntarse como cada semestre: ¿se avanza o se retrocede la hora?


































