Uber y Deliveroo utilizan desde hace años la tecnología de reconocimiento facial para evitar el uso compartido de cuentas por parte de sus repartidores en Francia. La intención: garantizar que cada cuenta sea usada exclusivamente por su titular. Sin embargo, esta medida no ha probado ser efectiva para impedir el fenómeno.
Los repartidores, ya en condiciones laborales precarias, ven cómo esta exigencia digital añade una barrera más a su jornada diaria. Además, el sistema captura información biométrica especialmente sensible, lo que genera preocupación sobre la privacidad y el manejo de esos datos.
Desde la gestión de las plataformas aseguran que esta verificación busca mejorar la seguridad y autenticidad de los usuarios, pero los trabajadores y expertos en privacidad advierten que la medida carece de beneficio real y solo agrava la presión técnica y moral que pesa sobre quienes hacen entregas a domicilio.
El uso del reconocimiento facial llega en un contexto de controversias sobre derechos laborales y vigilancia digital en el sector de la economía colaborativa. Los repartidores reclaman mayor respeto y condiciones que no comprometan su imagen ni expongan sus datos.
Por ahora, la tecnología sigue activa como requisito para validar cada jornada, sin ajustes ni debate abierto sobre alternativas menos intrusivas.
Esta situación plantea dudas sobre el equilibrio entre seguridad y derechos personales en un sector clave de la economía digital francesa.


































