La guerra civil que enfrenta a los generales Abdel Fattah al-Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo en Sudán ha dejado una violenta persecución contra la comunidad cristiana, con más de 150.000 muertos y al menos 15 millones de desplazados.
Desde abril de 2024 las fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) mantienen el sitio sobre la ciudad de El Fasher, bloqueando la entrada de alimentos básicos como arroz, harina y medicinas. Esta situación agrava la crisis humanitaria en un país ya devastado por la hambruna. En varias zonas, los cristianos sobreviven con hierbas o pienso para animales, mientras enfrentan amenazas directas como “abandonen a Jesús o no recibirán alimentos”.
Ambos bandos –las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las RSF– son acusados de abusos sistemáticos contra los creyentes. Las milicias RSF, herederas de las temibles milicias Janjaweed responsables de la masacre en Darfur, han demolido iglesias, forzado conversiones, detenido arbitrariamente a fieles y destruido propiedades cristianas.
Grupos islamistas radicales aprovechan el caos para criminalizar reuniones religiosas, destruir templos y bloquear ayuda humanitaria destinada a aldeas cristianas, según alertan organizaciones como Open Doors. Esta persecución deliberada empeora la hambruna y el acceso a servicios básicos.
“Rogamos a Dios que tenga compasión de nosotros”, contó un cristiano atrapado en una zona sitiada mientras la comunidad internacional permanece mayormente en silencio.
Líderes religiosos insisten en que la ayuda humanitaria debe ir acompañada de presión diplomática real para frenar esta tragedia. Hasta ahora, las declaraciones formales de la comunidad internacional no se han traducido en acciones concretas que detengan la violencia y el sufrimiento de millones.
