La isla de belleza, Corsica, ha desplazado a Bretaña como el destino favorito de los jubilados franceses en 2024. Este año, los mayores de 60 años representaron un 21% de los nuevos residentes en la isla, impulsados por su clima, seguridad y calidad de vida.
Gilbert y Françoise, originarios de la Manche, explican que el atractivo principal es “la naturaleza y el calor que no se encuentra en Normandía”. Otro recién llegado, Nicolas, ex funcionario de aduanas en los barrios conflictivos de Estrasburgo, valora la sensación de seguridad: “Aquí nada que ver con lo que viví antes”.
Además del clima, la vida social al estilo “de hace 30 o 40 años en el continente” convence a muchos. “Se va al mercado, se toman cafés, se juega a las cartas… es un ritmo más pausado, más humano”, comenta Christelle Pietri, agente inmobiliaria en Bastia.
Pero el éxodo azul genera problemas graves. La llegada de jubilados con alto poder adquisitivo dispara los precios del mercado inmobiliario y de alquileres. Un T2 que hace 12 años costaba 400 euros ahora supera los 800 euros, destaca Pietri. Muchos locales ya no pueden permitirse vivir en la isla.
Además, la sanidad sufre la presión de una población envejecida que ya representa casi un tercio de los corsos. Claudia Albertini, enfermera a domicilio, relata jornadas extenuantes, recorriendo más de 200 km diarios para atender a pacientes aislados. Los médicos están saturados y el hospital también.
“Este verano fue muy difícil conseguir la hospitalización de una paciente mayor, hay una falta de recursos que afecta la salud de nuestros mayores”, denuncia Albertini.
En lo social, la llegada masiva de jubilados cambia la cultura local. Un residente preocupado señala que muchos nuevos habitantes no respetan las tradiciones corsas ni su ritmo de vida, desde los animales al sonido de las campanas. Hace un llamado a integrarse aprendiendo el idioma y valores locales.
Con 360,000 habitantes, la población de Corsica crece hasta tres veces más rápido que el promedio de Francia, un dato que alarma a nacionalistas atentos a que la isla no se convierta en “una gran residencia para jubilados”.
En resumen, Corsica es hoy un imán para jubilados franceses, pero el aumento de demanda choca con la capacidad real de la isla para absorber tanta gente mayor sin sacrificar la vida local ni los servicios públicos.
































