Hoy 15 de octubre se conmemora el Día de la Mujer Rural, fecha oficial para reconocer su papel clave en la vida del campo colombiano.
Pero en realidad, cada día depende de ella. En la finca campesina, junto al fogón de leña, la mujer campesina es el corazón del hogar y la huerta. Amasa las arepas con amor, preparando justo lo que cada miembro de la familia necesita, incluso dejando un poco extra para el visitante inesperado. No solo cuida a su esposo, hijos y descendientes, también atiende a los animales como la vaca, el ternero, las gallinas y hasta el perro y gato guardianes del equilibrio del hogar.
Más allá del trabajo físico, ella es experta en medicina natural. Sabe curar heridas y atender urgencias sin ayuda inmediata. Cuando ella se enferma, toda la comunidad siente el vacío. Ir varias días al pueblo por atención médica paraliza la dinámica del hogar rural.
Su cocina sencilla, con una pequeña repisa o banca de tabla, guarda historias y rituales cotidianos donde se hablan de la vaca recién parida, del clima, del recién nacido o del precio del café y la fruta. Aunque la venta nunca compense todo el esfuerzo, la mujer campesina renace cada mañana dispuesta a mantener vivo ese pequeño paraíso en la montaña.
En medio de adversidades económicas, laborales y climáticas, la mujer rural sostiene la vida y cuida de la naturaleza. Su labor es la columna vertebral del bienestar en las zonas rurales de Colombia.


































