Ramón Novarro, pionero latinoamericano y uno de los actores mejor pagados del cine mudo, fue asesinado brutalmente el 30 de octubre de 1968 en su casa de Hollywood.
Los responsables fueron dos jóvenes trabajadores sexuales, los hermanos Paul y Tom Ferguson, que irrumpieron en su hogar de Laurel Canyon con la creencia errónea de que Novarro escondía una gran fortuna.
Tras atarlo y torturarlo para que revelara el dinero, solo lograron un botín de unos pocos dólares. Terminó muriendo desangrado por los golpes recibidos. Para empeorar el crimen, los asesinos dejaron un insulto homofóbico escrito en un espejo con lápiz labial.
Nacido en 1899 en Durango, México, como José Ramón Gil Samaniego, Novarro emigró con su familia a Estados Unidos tras la Revolución Mexicana. Con esfuerzo y apoyo del director Rex Ingram y su esposa Alice Terry, transformó su carrera para convertirse en estrella bajo el nombre de Ramón Novarro.
Superó el estereotipo del villano latino y brilló en grandes papeles como en Ben-Hur (1925), consolidándose como un sex symbol junto a figuras como Rodolfo Valentino, aunque su vida privada permaneció en secreto debido a su homosexualidad en una época extremadamente intolerante.
Su carrera en Hollywood declinó cuando a los 36 años MGM decidió no renovar su contrato tras negarse a protagonizar matrimonios falsos para ocultar su orientación sexual. En sus últimos años, su vida privada se tornó vulnerable y rodeada de jóvenes dedicados a la prostitución, lo que lo expuso a chantajes y violencia.
Los hermanos Ferguson fueron condenados a cadena perpetua, aunque salieron libres a finales de los setenta. La prensa de la época se centró en el morbo y la homofobia, minimizando la carrera y legado artístico de Novarro.
Hoy se le reconoce como un actor que rompió barreras en Hollywood, siendo el primer gran “latin lover” latino, y alguien que pagó un alto precio por vivir en secreto su verdadera identidad en un ambiente hostil.

































