Paul Biya fue declarado ganador de las elecciones presidenciales del 12 de octubre en Camerún y asegura así un octavo mandato a sus 92 años, consolidándose como uno de los líderes más longevos en el poder del continente africano.
La victoria de Biya, que se mantiene al frente del país desde hace más de cuatro décadas, llega acompañada de fuertes acusaciones de fraude masivo por parte de la oposición. Su principal rival, el exministro y ahora líder opositor Issa Tchiroma Bakary, no reconoce los resultados y promete continuar la lucha política contra el presidente.
En los últimos meses, la figura de Biya se ha vuelto más solitaria y discreta, con muchos de sus aliados históricos alejándose o guardando silencio. Pese a eso, el mandatario continúa contando con el apoyo visible de su esposa, Chantal Biya, a su lado en actos públicos como el más reciente mitin en Maroua el 7 de octubre.
Esta nueva investidura refuerza un poder envejecido y desgastado que, según analistas, enfrenta una legión de críticas internas y externas por la falta de renovación política y las sospechas de manipulación electoral. La resistencia de la oposición sugiere que el clima político en Camerún seguirá tenso y fracturado.
Mientras tanto, el mundo observa cómo Biya, calificado por muchos como un “dinosaurio” político, parece aferrarse a un trono cada vez más cuestionado, sus décadas en el poder marcadas tanto por la estabilidad como por la polémica.

































