El Palacio del Congreso de los Diputados cumple hoy 175 años desde su inauguración oficial el 31 de octubre de 1850 en la Carrera de San Jerónimo, Madrid. Se trata del edificio que alberga la Cámara Baja del Parlamento español y que desde entonces es el símbolo indiscutible del poder legislativo y del parlamentarismo en España.
A sus orígenes hay que remontarse a la convulsa primera mitad del siglo XIX, un periodo marcado por la alternancia entre absolutismo y liberalismo. El órgano legislativo tiene sus raíces en las Cortes de Cádiz (1810-1814), que funcionaron durante la ocupación napoleónica y aprobaron la histórica Constitución de 1812, conocida popularmente como “La Pepa”.
Durante años se celebraron las sesiones parlamentarias en lugares provisionales —como el Salón de Baile del Teatro Real o en el antiguo convento del Espíritu Santo— hasta que la sede se declaró en ruinas. Fue entonces cuando en 1842 se aprobó la ley que autorizaba la construcción de un edificio “digno de la representación nacional”.
La primera piedra del nuevo Palacio la colocó la reina Isabel II, que ese mismo año alcanzaba la mayoría de edad, en un acto cargado de simbolismo político el 10 de octubre de 1843. El diseño fue encargado al arquitecto neoclásico Narciso Pascual y Colomer, ganador del concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
La obra duró siete años y, según la prensa de la época, tuvo un coste de 14.800.000 reales. Su inauguración fue un evento histórico, con miles de madrileños congregados en las calles, decoradas con colgaduras y cubiertas por tropas, y la asistencia de la monarquía, el gobierno provisional y la alta sociedad.
Hoy, 175 años después, el Palacio sigue siendo el corazón del Legislativo español, el testigo de los debates y reformas que han marcado la historia democrática del país desde mediados del XIX.

































