La seguridad en Reino Unido vuelve a estar cuestionada tras una serie de actos violentos que reflejan el desorden en calles y fronteras. Esta semana, un hombre de 49 años fue apuñalado mortalmente en Londres mientras paseaba a su perro. La Policía detuvo al sospechoso en el sitio, un ciudadano afgano que llegó en 2020 como refugiado y ahora enfrenta cargos por asesinato. Entre las víctimas también hay un menor de 14 años gravemente herido.
Estos hechos siguen a la polémica liberación temporal y posterior recaptura de Hadush Kebata, un inmigrante etíope con antecedentes por delitos sexuales en prisión. Kebata fue excarcelado por error el fin de semana pasado, lo que provocó una búsqueda policial masiva. Además, se reveló que recibió £500 del estado para abandonar el país, un pago que desató críticas por mal manejo y falta de firmeza en la política migratoria.
Este caso se suma a la creciente preocupación por la inmigración sin control y el auge de extremismos en Londres. El distrito este de la capital británica fue escenario el sábado pasado de una marcha intimidatoria de hombres encapuchados que lanzaron insultos antisemitas y corearon “Zionist scum off our streets”. Fuentes policiales confirman que estas expresiones de odio y confrontación sectaria están ganando terreno en barrios tensionados.
El Ministerio del Interior, conocido como Home Office, sigue sumido en la polémica. Un reciente informe parlamentario calificó la gestión del departamento en materia de inmigración como “caótica”, denunciando el despilfarro de £15 mil millones en alojamiento temporal para solicitantes de asilo. Internamente, existe una “cultura de derrotismo” según un informe filtrado, donde muchos empleados dedican más tiempo a discusiones sobre identidad y diversidad que a cumplir la misión de seguridad y control fronterizo.
Esta doble moral —una cara oficial dura y una realidad blanda— preocupa a sectores políticos y ciudadanos que ven cómo la desconfianza hacia el Gobierno aumenta. Reconocidos críticos aseguran que el ejecutivo prefiere no enfrentar con contundencia la creciente criminalidad para mantener su agenda multicultural y “progresista”.
John Reid, antiguo Secretario del Interior laborista, definió ya en 2006 al Home Office como “no apto para el cargo”. Casi 20 años después, los problemas persisten. La incompetencia y la desviación hacia políticas de identidad complican aún más situaciones como la liberación accidental de delincuentes peligrosos.
Mientras tanto, los habitantes de Londres y otras ciudades británicas acumulan el temor y la frustración por ataques frecuentes y la percepción de que las autoridades no protegen sus barrios.
Este último episodio, con un asesinato cometido por un refugiado reciente y la aparición de marchas radicales en la capital, dibujan un país que lucha con caos interno y una crisis migratoria sin soluciones a corto plazo.


































