La Conferencia de París para la paz y la prosperidad en la región de los Grandes Lagos cerró ayer con un compromiso financiero de 1,5 mil millones de euros destinados a la ayuda humanitaria en la República Democrática del Congo (RDC).
El evento, que reunió a líderes como el presidente francés Emmanuel Macron, el presidente congoleño Félix Tshisekedi y el ministro francés de Europa y Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, buscaba impulsar una solución política que ponga fin al conflicto en el este congoleño. Sin embargo, la sombra del grupo rebelde M23 se impone.
A pesar del anuncio oficial de la reapertura próxima del aeropuerto de Goma para facilitar la llegada de ayuda, el M23, que controla partes clave de la ciudad, rechaza esta medida y mantiene bloqueado el acceso a la zona. Esto pone en duda la efectividad inmediata de la asistencia.
Barrot fue claro en la apertura de la conferencia: “Des voies, des moyens et des garanties : voilà nos objectifs aujourd’hui”. Pero la realidad en terreno demuestra que mientras las sumas crecen, la voluntad política y el control no avanzan al mismo ritmo.
El apoyo financiero supera lo esperado, señal de la preocupación internacional creciente. Sin embargo, el Poder político sigue sin traducirse en hechos concretos para quienes sufren la crisis. La falta de control sobre el aeropuerto limita la distribución eficaz de los recursos.
El presidente Tshisekedi instó a una cooperación renovada entre todas las partes para preservar la estabilidad en los Grandes Lagos. Pero los desafíos persisten: las fuerzas rebeldes siguen poniendo en jaque la seguridad y la logística.
Con la ayuda comprometida, la comunidad internacional espera que la presión aumente sobre los grupos armados para que permitan el acceso humanitario. De otro modo, los fondos quedarían bloqueados sin impacto inmediato en la población vulnerable.
La Conferencia de París promete recursos, pero la lucha política y militar en la RDC pone sobre la mesa la pregunta clave: ¿la ayuda llegará finalmente a quienes la necesitan?
