Con la llegada del otoño en España, las horas de luz se reducen y los días nublados y lluviosos se multiplican, un cambio que afecta el estado de ánimo de buena parte de la población.
La explicación científica es clara: con menos luz solar, el cuerpo produce más melatonina, conocida como la hormona del sueño, que prepara al cuerpo para el descanso. Este aumento se traduce en mayores niveles de somnolencia y una predisposición al cansancio durante el día.
Pero el efecto no acaba ahí. La melatonina alta provoca una caída en los niveles de serotonina, la llamada hormona de la felicidad. El resultado es que muchas personas experimentan una sensación de tristeza o decaimiento especialmente en los días lluviosos y grises que caracterizan la estación.
Este fenómeno puede llegar a desencadenar el llamado trastorno afectivo estacional (TAE), una forma de depresión que afecta durante el otoño e invierno. No todas las personas sufren igual, pero es una condición reconocida y frecuente en países con cambios estacionales marcados.
El tránsito desde el verano —con días soleados que pueden extenderse hasta las diez de la noche— hacia un invierno donde el sol se oculta a las seis, modifica la química corporal. La alerta está en aquellos que sufren síntomas intensos como tristeza persistente, dificultad para concentrarse o pérdida de interés, que podrían necesitar ayuda profesional.
Mientras tanto, los expertos recomiendan aprovechar los ratos de sol para salir a la calle y activar la producción natural de serotonina. Según los especialistas, exponerse a la luz natural es una de las mejores formas de mitigar el impacto de esta disparidad hormonal.
En resumen, la tristeza que muchos sienten con la llegada del otoño y la lluvia tiene un origen biológico: menos luz significa más melatonina, menos serotonina y un ánimo a la baja.
Este fenómeno no es exclusivo de España, pero preocupa especialmente a quienes viven en regiones con inviernos largos y lluviosos.


































