Rusia y China están cambiando las reglas del juego en el comercio mundial de petróleo y gas al privilegiar el yuan por encima del dólar, lo que dispara una guerra de monedas con impacto global. En el reciente 25º cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Tianjin, los líderes Xi Jinping y Vladimir Putin abogaron abiertamente por un comercio energético desvinculado del dólar.
Este giro consolidado en 2023, cuando el comercio bilateral alcanzó un récord de 240 mil millones de dólares, demuestra que Rusia ya factura la mitad de su petróleo a China en yuanes y rublos, no en dólares. Según estadísticas oficiales chinas, el volumen comercial cruzó los 244 mil millones en 2024, con un aumento de casi el 2%.
Para Europa, que factura entre el 80 y el 85% de sus importaciones energéticas en dólares, esto representa una doble amenaza. Primero, pues la volatilidad del dólar la deja expuesta a tensiones financieras y a decisiones de la Reserva Federal que no controla. Segundo, porque le obliga a adaptarse a un entorno financiero global mucho más sistémico y complejo.
Las empresas europeas tendrán que lidiar con un yuan cada vez más presente en el sector energético, pese a que la moneda china sigue limitada por el control estatal de capitales y falta de liquidez internacional. Ya se registran hitos: en 2023, las primeras transacciones de gas natural licuado en yuanes entre TotalEnergies y la China National Offshore Oil Corporation, seguidas de acuerdos con Engie, anuncian un nuevo orden.
Europa y el euro frente al reto energético y monetario
Ni la Unión Europea ni sus empresas pueden ignorar esta inercia. Pero también encuentran una oportunidad estratégica: potenciar el euro como moneda de referencia en la facturación energética. Actualmente, el euro representaba en 2024 el 20% de las reservas mundiales, aunque su uso en energía sigue limitado.
La Comisión Europea ya había impulsado en 2018 una mayor participación del euro para reforzar la soberanía económica. La lógica aparece clara: con Europa importando más de 300 mil millones de euros en energía anual, la UE tiene suficiente peso para negociar contratos en euros, especialmente con productores del Golfo que buscan diversificar sus divisas.
Una factura en euros reduciría riesgos por tipo de cambio, simplificaría las coberturas financieras para empresas europeas y abriría espacio para una política energética y monetaria más independiente frente a Estados Unidos y China.
El camino para consolidar al euro como “moneda energética” requiere, sin embargo, superar obstáculos reales: el mercado de energía en euros es aún pequeño, las infraestructuras financieras de cobertura deben ampliarse, y existe temor por las potenciales represalias estadounidenses ante una menor dependencia del dólar.
Europa debe fortalecer su mercado de capitales, crear productos de cobertura específicos y mantener estabilidad económica para hacer viable esta transición.
En definitiva, el dominio de un mundo financiero globalizado está mutando y la batalla de las monedas en el sector energético ya está aquí. Europa, adentrada en esta pugna, podría salir con un nuevo espacio estratégico si logra convertir al euro en alternativa estable y confiable frente al dólar y el yuan.


































