El 24 de septiembre de 2000, Francia dio un giro decisivo en su sistema político con un referéndum sobre la reducción del mandato presidencial de siete a cinco años, impulsado por el entonces presidente Jacques Chirac. Lo que parecía una reforma menor terminó marcando el inicio de una transformación profunda en la Quinta República.
Inicialmente muy reticente a esta medida, Chirac cambió de opinión tras darse cuenta de que su principal rival, el primer ministro socialista Lionel Jospin, proponía el quinquenato para acortar mandatos y modernizar la política. Con la campaña presidencial de 2002 a la vista y con 67 años, Chirac no quiso quedar fuera de la “modernidad democrática” y optó por convocar a los ciudadanos a las urnas.
La votación registró un récord de abstención; solo el 30 % de los electores se presentó a votar, unos 12 millones. A pesar de la baja participación, la propuesta fue aprobada con un contundente 73 % de “sí”, respaldada por la mayoría de los partidos políticos. Sin embargo, el referéndum pasó casi desapercibido en los medios por el impacto de otro escándalo: la difusión de la llamada “cinta Méry”.
Jean-Claude Méry, financiero ligado al partido RPR de Chirac, apareció en grabaciones confesando la entrega de valijas con dinero para financiar ilegalmente campañas. Chirac respondió con dureza frente a estas acusaciones en un intercambio en televisión:
“Soy indignado por el proceso, los mentiras y calumnias que circulan justo antes del referéndum”
El escándalo desvió la atención pública y mediática del referéndum, pero sus consecuencias políticas fueron enormes. El quinquenato llevó a la inversión del calendario electoral: desde entonces, las elecciones legislativas se celebran tras la presidencial, eliminando la posibilidad de cohabitación entre presidente y primer ministro por diferentes colores políticos.
Esta reforma reforzó la centralidad del Presidente de la República y debilitó el rol del Gobierno, creando un sistema mucho más presidencialista. La campaña electoral se transformó en un proceso permanente, con menos tiempo para la gobernabilidad y los proyectos a largo plazo. Muchos analistas y actores políticos ven hoy en día en este cambio una de las raíces de los bloqueos políticos actuales, ejemplificados en la crisis de gobierno y Parlamento divididos tras las elecciones de 2022 y la disolución de la Asamblea Nacional en 2024.
Curiosamente, en 1998, Chirac había expresado dudas públicas sobre el quinquenato, advirtiendo que un sistema demasiado presidencialista podría paralizar las instituciones francesas ante opiniones divergentes. Su cambio de postura fue marcadamente estratégico pero, al final, la reforma que él impulsó cambió el paisaje político francés más de lo que se esperaba aquella jornada otoñal.
