Telefónica protagonizó este martes la mayor caída en Bolsa desde hace cinco años, hundiéndose más de un 12% tras presentar un plan estratégico que ha defraudado a inversores y analistas por igual.
El desplome responde principalmente al recorte del dividendo, que se reducirá a la mitad en 2026, y al anuncio de un mayor apalancamiento y menos caja libre, algo que ahuyenta confianza cuando la deuda ya lastra el valor de la compañía.
El nuevo presidente, Marc Murtra, propuso una “disciplina financiera de hierro” para ajustar la deuda sin sacrificar las inversiones, pero el mercado lo interpretó como evidencia del estancamiento estructural de Telefónica en un sector maduro y competitivo.
Las previsiones de flujo de caja libre para 2025 se sitúan un 20% por debajo de lo esperado, y las de 2026 también se han revisado a la baja, según señalan varios bancos de inversión como BNP, JP Morgan, Morgan Stanley o Renta 4. Morgan Stanley advirtió que “la débil actividad en Alemania y mayor apalancamiento para 2028 ejercerán presión sobre las acciones”.
El impacto fue tan fuerte que la acción entró en subasta de volatilidad, el mecanismo de emergencia para frenar caídas bruscas. En solo una semana Telefónica ha perdido un 16% de su valor de mercado y acumula un año negativo cuando el Ibex 35 sube más de un 37%, marcando el divorcio total con la evolución del mercado español.
Telefónica ha pagado en 2024 1.887 millones en dividendos, más que el beneficio neto declarado de 1.800 millones, un desequilibrio que no puede sostenerse a medio plazo y ha forzado al recorte radical.
Este tijeretazo al dividendo no es nuevo. En una década la retribución al accionista ha caído un 80%, pasando de 0,74 euros por acción en 2015 a 0,15 euros en 2026, mientras la acción vale un 85% menos que en los máximos del año 2000 y la capitalización se ha desplomado desde 111.000 hasta 22.000 millones.
El sector europeo mantiene mayor resistencia. Deutsche Telekom, Vodafone y Orange ofrecen dividendos más altos con menor riesgo, lo que hace que Telefónica pierda atractivo a pesar de su actual rentabilidad del 7,7%, que caerá drásticamente con el nuevo recorte.
Telefónica dice que mantendrá su calificación crediticia de grado de inversión, aunque tanto Moody’s como Standard & Poor’s la colocan a un solo escalón de perderla, algo que metería más presión sobre la deuda.
El nuevo plan parece más un reconocimiento de límites que una hoja de ruta clara para el crecimiento. Ajustar la deuda, contener el dividendo y convencer al mercado de que hay margen para invertir en transformación digital no basta para recuperar la confianza.
Las voces del mercado están unánimes: sin una visión capaz de generar resultados sostenibles, Telefónica seguirá sufriendo pérdidas bursátiles y pérdida de confianza, mientras su peso en el Ibex 35 y en el tejido empresarial español se reduce lentamente.

































