Dick Cheney, exvicepresidente estadounidense, falleció el 3 de noviembre a los 84 años tras superar cinco infartos de corazón, múltiples cirugías y un trasplante, marcando un hito en los avances de la cardiología moderna. Pese a un historial grave, Cheney vivió mucho más tiempo que la mayoría de pacientes con enfermedades cardíacas similares gracias a tratamientos innovadores que han evolucionado en las últimas décadas.
Su primer infarto ocurrió antes de 1984, pero fue ese año cuando empezó a enfrentar problemas más graves que requirieron cirugía. Volvió a sufrir infartos en 1988, 2000 y 2010. Después de su cuarto infarto, los médicos le implantaron un desfibrilador cardiaco, un dispositivo electrónico que detecta arritmias y aplica descargas eléctricas para restablecer el ritmo normal. Según el especialista Baljash Cheema de Northwestern University, esta era una “póliza de seguro” ante un corazón ya muy debilitado.
Cheney reconoció que su enfermedad fue consecuencia tanto de su genética como de malos hábitos: tabaquismo, consumo excesivo de alcohol y una dieta alta en grasas. Tras dejar su cargo en 2010, su corazón no respondió a tratamientos convencionales y se le colocó un dispositivo mecánico llamado LVAD (Left Ventricular Assist Device), que ayuda a bombear la sangre cuando el corazón falla.
Este LVAD marcó una etapa incierta pero esperanzadora. Veinte meses después, en marzo de 2012, recibió un trasplante de corazón. Esta intervención le permitió vivir otros 13 años, una supervivencia acorde con las cifras promedio para receptores de trasplante.
El cardiólogo Jonathan Reiner, coautor de la autobiografía médica de Cheney, destacó que su caso fue de “historia clínica más compleja” y ejemplifica el potencial de los sistemas de salud para tratar insuficiencias cardíacas crónicas hoy en día.
Un ejemplo del progreso en cardiología
Cheney se convirtió en un símbolo de cómo la innovación médica, desde los desfibriladores implantables en los años 80, pasando por los dispositivos LVAD en la primera década de los 2000, hasta los nuevos tratamientos inmunosupresores para trasplantes, han aumentado la esperanza y calidad de vida en pacientes con insuficiencia cardíaca severa.
El Dr. Cheema subraya que estos procedimientos ya no son excepcionales ni milagrosos, sino prácticas rutinarias en centros académicos y hospitales especializados. No obstante, insiste en que la prevención sigue siendo fundamental para evitar daños irreparables, y recomienda chequeos regulares, ejercicio y dieta saludable como primer paso en la lucha contra las enfermedades cardíacas.
Además, la historia médica de Cheney generó debate público sobre tecnología cardiovascular y el manejo a largo plazo de la insuficiencia cardíaca, además de dar una visión pocas veces publicada sobre la vida bajo cuidados cardíacos constantes.
Más allá de su legado político controvertido, su historia médica demuestra el impacto real y tangible de los avances en cardiología, que hoy permiten prolongar la vida y mejorar su calidad, incluso en los casos más críticos.

































