Vox ya no es un actor secundario dentro de la derecha española. Hoy, el partido ultraderechista dicta los tiempos y la agenda del Partido Popular (PP), tradicionalmente el mando en ese espacio político.
La relación entre ambos partidos se ha transformado y el PP se adapta estratégicamente a las exigencias y movimientos de Vox, que marca el paso en debates, iniciativas y posiciones públicas. Esta dinámica condiciona la capacidad de maniobra del PP a nivel nacional.
Según fuentes dentro del PP, la formación liderada por Feijóo ha internalizado que para mantener el apoyo de Vox, tanto en el Parlamento como en comunidades autónomas, debe respetar y muchas veces seguir las prioridades del partido de Santiago Abascal. Esto afecta decisiones clave, desde políticas migratorias hasta discursos electorales.
El peso de Vox crece a medida que fragmenta el voto de derecha y fuerza al PP a modificar su discurso para no perder terreno frente a la ultraderecha. En muchas regiones, Vox se ha convertido en socio necesario para el PP, y esto le otorga influencia directa en agendas y tiempos políticos.
La evolución de esta relación supone un cambio sustancial en el panorama político español, donde la alianza tácita o abierta con Vox se traduce en un PP que ya no marca todo el ritmo, sino que se mueve al compás de la formación ultra para evitar rupturas electorales y asegurar mayorías conservadoras.
Los votantes españoles observan esta dinámica con atención, mientras las próximas citas electorales plantean escenarios donde Vox seguirá presionando para que sus temas y prioridades definan la estrategia general de la derecha.


































