En el norte de Costa de Marfil, camioneros afrontan amenazas constantes para abastecer de combustible a Mali pese al embargo impuesto por el grupo jihadista JNIM hace dos meses. El colectivo que controla varias zonas del Sahel, afiliado a Al-Qaeda, prohibió la entrada de camiones cisterna desde países vecinos al territorio maliense, aumentando ataques que han dejado cientos de vehículos incendiados en la ruta.
Desde Niakaramandougou hasta Tengréla, último pueblo fronterizo, decenas de conductores se preparan cada día para un viaje peligroso que puede costarles la vida. “No sabemos si volveremos vivos”, dice Baba, con el rostro serio. “Lo hacemos por nuestro país, no queremos que a los malienses les falte combustible”, añade Mamadou Diallo, veterano conductor.
JNIM persigue un estrangulamiento económico de Mali para desgastar al gobierno militar y ganar apoyo popular, explica el investigador Bakary Sambe, atribuyendo el problema a “una inseguridad estructural”.
El combustible, considerado vital, parte de puertos en Abidjan y se carga en camiones malienses que recorren dos corredores principales hacia Mali, escoltados por convoyes militares cuando cruzan la frontera. Pese a las escoltas, los ataques son habituales especialmente entre Kadiana y Sikasso, zonas en el sur maliense marcadas por emboscadas.
Moussa, quien presenció la quema de dos camiones con su tripulación asesinada, dice que la suerte fue excepto para él. Otro chófer, Bablen Sacko, perdió compañeros en ataques recientes. Sin embargo, todos insisten en que esta labor es un acto de patriotismo: “Cada uno tiene un papel en la construcción del país, el nuestro es llevar el combustible”.
Las condiciones laborales son críticas. Sin contratos, seguros o jubilación, reciben apenas 152 EUR mensuales más un bono por viaje. “Pedimos un extra por riesgo, porque no se sabe si volveremos”, declara Yoro, conductor con experiencia.
Algunos transportistas han dejado de operar en la ruta tras amenazas y rechazos de sus conductores. Broulaye Konaté, gerente de una flota de 45 camiones en Boundiali, comenta que un chófer se negó a hacer un viaje y el camión permanece parado en Abidjan.
Para Souleymane Traoré el temor es constante: “Cada viaje es una prueba, con más de cincuenta cisternas quemadas que he contado en el camino”.
El primer ministro maliense, Abdoulaye Maïga, ha calificado el combustible recibido por su país como “sangre humana”, en homenaje a militares y conductores caídos. El analista Charlie Werb concluye que aunque JNIM no parece contar con la fuerza para tomar Bamako, la amenaza sobre la capital es inédita.
