La Unión Europea selló un acuerdo esta semana sobre sus objetivos climáticos justo antes de la COP30 que comienza el 10 de noviembre en Brasil. Los Veintisiete definirán una reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2035, con una ambiciosa pero amplia horquilla entre el -66,75% y el -72,5% respecto a los niveles de 1990.
Este pacto se logró al filo del cierre, tras una negociación tensa y prolongada. La fecha límite inicial para acordar esta “contribución determinada a nivel nacional” (CDN) se fijó para febrero, pero la UE llegó a un consenso apenas días antes de que los líderes internacionales se reúnan en Belem, en plena Amazonia.
Monique Barbut, ministra francesa de la Transición Ecológica, calificó el acuerdo como “un compromiso logrado a unanimidad” aunque reconoció que preferían una CDN más ambiciosa. El eurodiputado Pascal Canfin también celebró el resultado pero admite que falta claridad estratégica: “Nos mantenemos firmes en el camino climático, aunque la incertidumbre perdura”.
Para 2040, la reducción de emisiones debe alcanzar el 90%. Sin embargo, el 5% de este objetivo podrá lograrse gracias a créditos de carbono obtenidos fuera de Europa, mediante inversiones en proyectos de descarbonización en países vulnerables. Es una práctica apoyada por Francia y la Comisión, aunque genera dudas entre expertos y ONG sobre la fiabilidad real de estos créditos.
“No es un buen mensaje, pero fue el precio para alcanzar un acuerdo. Queda la incógnita sobre cómo certificar esos créditos para que no sean papel mojado”, dijo el investigador François Gemenne.
Este mecanismo podría ampliarse en una revisión del marco climático en 2030, aumentando el porcentaje de emisiones cubiertas vía créditos externos, algo que preocupa a los críticos por diluir los esfuerzos internos.
En otro punto clave, los Veintisiete acordaron aplazar hasta 2028 la extensión del mercado de carbono para el transporte por carretera y la calefacción, una demanda de países como Hungría y Polonia. Este retraso afecta a los Estados más comprometidos con la agenda climática, como los nórdicos.
Tras años de retrasos y disputas internas, la UE evita llegar a la COP30 “con las manos vacías”. Aunque lejos aún de la neutralidad total, el bloque reafirma su posición como cuarto mayor emisor mundial, muy detrás de China, EE.UU. e India, pero como el único con un plan concreto para alcanzar la neutralidad en 2050.
La negociación refleja las difíciles tensiones entre ambición y realismo político dentro de la Unión, con Italia bajo Giorgia Meloni entre los más reticentes. Este acuerdo salvará la cara europea en Brasil, pero deja abierta la necesidad de mayor acción y claridad para los próximos años.


































