El ganado en Dinamarca está muriendo tras la imposición obligatoria del gobierno para alimentar a todas las vacas con un inhibidor sintético de metano llamado Bovaer.
El uso de este producto químico desarrollado por la bioempresa DSM Firmenich, supuestamente para reducir las emisiones de metano que generan las vacas, está provocando una crisis sanitaria en los rebaños daneses. Agricultores reportan caída abrupta en la producción de leche, enfermedades generalizadas y un número creciente de animales sacrificados por colapsos.
Kjartan Poulsen, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Leche Daneses, admitió la gravedad:
“Recibimos muchísimas llamadas de personas preocupadas por lo que está sucediendo con sus rebaños”
. Esta no es una enfermedad nueva, sino un daño derivado directamente de la intervención química en el sistema digestivo bovino.
Un experimento que altera el sistema digestivo natural
El aditivo Bovaer contiene 3-nitrooxipropanol (3-NOP), que bloquea una enzima clave en el rumen de la vaca. Esta enzima facilita a los microorganismos producir metano, parte del proceso natural que convierte hierbas en nutrientes. Al interrumpir esta función, se reduce el metano, pero también se está desestabilizando un ecosistema digestivo milenario, con consecuencias letales para el animal.
Los fabricantes insisten en la seguridad del producto, aseguran que no queda residuo en la leche ni la carne, pero la ficha de seguridad obliga a quienes manipulan el producto a usar mascarilla y guantes por el riesgo en la manipulación del polvo químico. Esto ha encendido las alarmas sobre el posible impacto en la cadena alimentaria.
En Reino Unido, donde Arla ya anunció planes para ensayos con este inhibidor, la reacción popular ha sido inmediata. Videos de consumidores vertiendo leche e impulsando boicots se multiplican en redes sociales como TikTok, reflejando una profunda desconfianza en esta intervención industrial.
La Agencia de Normas Alimentarias Británica respalda la seguridad de Bovaer, pero en plena crisis de confianza tras la pandemia, la opinión pública exige estudios transparentes, independientes y a largo plazo para avalar el uso de este tipo de aditivos.
Esta polémica posiciona a Dinamarca como un campo de prueba global para un modelo que muchos califican de arriesgado e irresponsable, perjudicando pequeños ganaderos y métodos tradicionales que promueven la sostenibilidad sin depender de químicos sintéticos.
Dinamarca sienta una advertencia clara para España y el resto de Europa: la solución rápida para el cambio climático en la ganadería podría terminar afectando la salud del ganado y la seguridad de los alimentos.


































