Oaxaca enfrenta una crisis de infraestructura pública abandonada que supera lo simbólico y representa millonarias pérdidas para el estado y sus habitantes.
Puentes inconclusos, hospitales sin equipar, caminos interrumpidos y espacios comunitarios a medio construir conviven junto a su riqueza cultural, pero se han convertido en emblemas de la ineficiencia y mala planeación gubernamental.
Un caso emblemático es el Teatro Álvaro Carrillo, parte del Centro Cultural Álvaro Carrillo, cuya remodelación no ha terminado pese a la magna inversión pública que ha recibido. La obra sigue detenida bajo la actual administración, lo que levanta críticas sobre la gestión y el uso de recursos.
Este patrón se repite por corrupción, falta de supervisión y cambios de gobierno que priorizan inauguraciones mediáticas sin continuidad real. Las obras se convierten en focos de inseguridad y deterioro ambiental mientras la población espera servicios básicos que nunca llegan.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, instruyó a Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación, investigar al diputado migrante oaxaqueño Zeferino García Jerónimo, acusado de acoso, abuso laboral y violencia intrafamiliar. Morena en Oaxaca y el INE ya conocían el caso pero no actuaron. La esposa del diputado acudió a Oaxaca a presentar las denuncias formalmente.
Por otro lado, el presidente municipal de Oaxaca de Juárez, Ray Chagoya, anunció la creación de nuevos Comités Vecinales para fortalecer la participación ciudadana y la colaboración entre barrios y autoridades.
Este fenómeno de obras abandonadas, junto con la violencia y desplazamiento por conflictos agrarios y proyectos extractivos, mantiene a Oaxaca en un círculo de carencias y desconfianza social.
Mientras la infraestructura clave siga paralizada, el desarrollo y bienestar del estado se mantendrán estancados.


































