Decenas de delfines rosados, una especie en peligro, aparecieron muertos en el río Tefé, en el corazón del Amazonas, tras una ola de calor que elevó la temperatura del agua hasta 41°C, un nivel jamás registrado. Los habitantes ribereños encontraron los cuerpos flotando y apilados en la orilla, asombrados por un fenómeno sin precedentes.
El Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá, en colaboración con científicos internacionales, publicó un informe esta semana en Science que documenta el desastre. Según el estudio, en 2023 el calentamiento aumentó hasta 0,8°C por década en los lagos amazónicos y el 2024 repitió ese patrón extremo. Cinco lagos superaron los 37°C, y el Tefé perdió el 75 % de su superficie debido a la sequía y la falta de viento que impidió la evaporación, creando una “olla solar” de agua caliente.
“Con menos evaporación, el enfriamiento nocturno fue insuficiente, y los lagos se calentaron como hornos solares”, explicó el investigador Ayan Fleischmann, autor principal del estudio.
El olor a muerte se extendió hasta la llegada de las autoridades que rescataron los cuerpos. Pescadores y niños ya no se bañan en el río como antes. La tragedia ahora es un símbolo global de la crisis climática, a pocos días de que se celebre la COP30 en Belém do Pará, justo en las orillas del Amazonas.
Entre los líderes que han llegado a la cumbre está Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, acompañado por la ministra Sara Aagesen, quien defenderán una mayor ambición climática. España se presenta con una financiación climática de 1.700 millones de euros anuales, superando sus compromisos anteriores.
Sánchez defenderá en la plenaria un modelo que combina crecimiento económico con transición ecológica, aunque reconoce que esperaba avanzar más en reducción de emisiones. España apoya el objetivo europeo de reducir un 90 % de CO2 para 2040 respecto a 1990.
“Es un claro reflejo de cómo el cambio climático altera patrones hidrológicos y amenaza ecosistemas frágiles”, señaló la catedrática Núria Bonada desde la Universidad de Barcelona.
El impacto en el Amazonas coincide con los datos del programa europeo Copernicus, que prevé que 2025 será el segundo o tercer año más cálido registrado, con el trienio 2023-2025 superando por primera vez el umbral de +1,5°C sobre niveles preindustriales. El calentamiento es global: el Ártico redujo su hielo marino un 12 %, y la Antártida está en mínimos.
El entorno político en Belém está tenso. Mientras la temperatura en el Amazonas arrecia sin tregua, los países discuten plazos, financiación y adaptación al cambio climático. Sánchez insiste en que la acción climática adaptativa debe ser la prioridad en la próxima década.
En la orilla del río, ya no quedan delfines, pero sigue el recuerdo y la alerta. El Amazonas hervido es un espejo duro para la política global y un aviso sin margen para la complacencia: la crisis climática no es solo un debate, es muerte tangible.


































