Hoy arranca en Belém, Brasil, la COP30, la Conferencia de las Partes sobre el cambio climático que reunirá a 191 países hasta el 21 de noviembre. El tema central es la acción climática urgente, pero la atención está puesta en el rol de África y la deuda pendiente en financiamiento de los países del Norte hacia los más vulnerables.
Delegados africanos estarán al frente de las negociaciones para presionar el cumplimiento de compromisos financieros prometidos hace años. El continente defiende su derecho a recibir recursos que faciliten la adaptación y mitigación ante sequías, inundaciones y otras crisis climáticas que ya afectan a millones.
En un contexto global marcado por crecientes dudas hacia la ciencia climática —como mostró la polémica frase de Donald Trump en la ONU — la evidencia apunta a la gravedad del problema. Este año, Estados Unidos sufrió diversas catástrofes vinculadas directamente al calentamiento global, subrayando la contradicción entre negacionismo y realidad.
Esta COP tiene en el foco la implementación práctica, más allá de compromisos grandilocuentes. África llega con una agenda clara: fondos justos y efectivos que permitan proyectos energéticos sostenibles y políticas de resiliencia. La conferencia es también una prueba para evaluar si el escenario multilateral produce resultados concretos tras años de promesas incumplidas.
El continente africano no solo trae demandas financieras. Su representación buscará influir en la planificación global para que las soluciones climáticas integren la diversidad regional, teniendo en cuenta vulnerabilidades específicas y desigualdades históricas en emisiones y recursos.
Belém se convierte en el epicentro mundial de esta lucha climática en un momento donde la confianza en los acuerdos internacionales se desgasta. La mirada de la comunidad internacional está sobre África, que pretende aprovechar esta plataforma para fortalecer su posición y reclamar lo que considera una deuda histórica en el combate al cambio climático.


































