Desde principios de septiembre, el grupo yihadista Jnim, bajo el mando de Iyad Ag Ghaly, ha impuesto un bloqueo eficaz sobre las rutas que conectan Bamako con el resto de Mali. Esto ha desencadenado una grave crisis de suministro de combustible en la capital, que desde hace semanas enfrenta una escasez crítica.
La estrategia del Jnim está causando un efecto dominó: la paralización de las principales arterias logísticas ha impactado casi todos los sectores económicos del país. El bloqueo ha llevado incluso a la suspensión de actividades de empresas clave, como anunció recientemente la naviera MSC, que decidió cesar sus operaciones en Mali debido a la inseguridad y la crisis logística.
Camiones cisterna malienses fueron vistos el 30 de octubre en Boundiali, norte de Côte d’Ivoire, camino a Yamoussoukro y Abidjan para cargar petróleo, reflejando la dependencia de Mali del combustible importado vía estos corredores cerrados o severamente restringidos.
Con la capital sumida en una penuria de carburante sin precedentes, el sector del transporte está paralizado y los costos de vida se disparan. El bloqueo interrumpe además el acceso a sectores clave como la agricultura, el comercio y la industria, profundizando la crisis económica y social en un país ya vulnerable.
La dura realidad en Mali ilustra cómo el dominio territorial y el control logístico por parte de grupos armados no solo afectan la seguridad, sino que pueden estrangular una nación al cortar sus líneas vitales de suministro.
La situación sigue siendo extremadamente volátil. Hasta ahora, no se ha anunciado una respuesta efectiva por parte del gobierno maliense ni de la comunidad internacional que permita desbloquear las rutas y restaurar el flujo de combustible y mercancías.


































